La noticia sobre los niños vendidos para tráfico de órganos internos ha vuelto a ocupar un lugar en las primeras páginas de la prensa internacional y nacional. Aunque este crimen ya había sido denunciado en años anteriores, todavía no hemos oído el resultado de una investigación seria y profunda que ayude a esclarecer el alto número de niños perdidos o desaparecidos. Se decía entonces que en Estados Unidos se cotizaba a los niños hondureños a $. 8000.oo cada uno pero ahora la misma fuente informa que el precio en el mercado europeo va de $. 30 000.oo a $. 40 000.oo, demostrando este hecho un alto incremento en el precio. Parece inaudito que a fines del siglo XX estemos hablando de tráfico de niños con tanta naturalidad como se hablaba del tráfico de negros y esclavos hace muchos siglos. ¿Qué hemos ganado con nuestra civilización? ¿Qué se han hecho los valores morales y religiosos? ¿Cuál es el progreso o adelanto técnico de que podemos jactarnos si la vida humana infantil se vende como mercadería libre en diferentes confines del mundo? ¿Qué fuerzas poderosas o intereses económicos están involucrados para que estos delitos queden impunes? Como haciendo eco de las noticias nacionales, en España, en la revista Icono, uno de los misioneros españoles que estuvo aquí en San Pedro Sula durante la Santa Misión, el Padre Arsenio, escribió al respecto: “El niño de la foto es hondureño, como se descubre por su camiseta. El niño de la foto, como también se ve, tiene unos ojos preciosos, aunque un poco tristes. Parece que está pidiendo perdón por haber nacido. Es un niño que como otros muchos no tiene madre. Bueno, sí que la tiene, pero no ejerce de madre; de madre hace su abuela. Cuando le hice la primera mueca se asustó y corrió a esconderse debajo de una mesa.
Pero después me seguía a todas partes como un perrito fiel, esperando una caricia o una sonrisa. Más tarde, sin querer, a causa de los trabajos misioneros, me olvidé completamente del niño y de su nombre. Hasta hace unas semanas leí una noticia en la prensa que me dejó helado el corazón. La noticia era esta: ‘Un niño hondureño vale ocho mil dólares en el mercado norteamericano’. Ocho mil dólares por un niño es poco dinero. Para la inmensa mayoría de las madres un hijo vale más que todos los dólares del mundo. Para una minoría de madres, un hijo sólo vale unos dólares. Yo me pregunto qué razones puede tener una madre para vender a su hijo y no sé darme respuesta. El niño de los ojos bonitos pero tristes crecerá sin las caricias y los mimos de una madre. Nadie le dará un beso de buenas noches. Nadie se preocupará de que vaya todos los días a la escuela. Nadie se extrañará si a los cuatro años lo ven mendigando a la puerta de una iglesia. Nadie lo llorará si llega a ser asesinado como lo fueron esos otros niños en Brasil. El niño de la foto no es importante entre los seis mil millones de seres humanos que pueblan el planeta. Además, su miseria y su tristeza son un insulto a nuestra comodidad. Fíjate bien, ¿no te molesta su mirada? Mi oración hoy, Dios bueno, es por todos los niños de ojos tristes, que como este niño hondureño no tienen madre que les haga caricias y les dé besos. Sólo te tienen a Ti, que haces de madre y de padre a la vez. Cuida Tú, Señor (ya que no lo hacemos nosotros) de todos los niños de ojos tristes”. ¿Qué haremos al respecto? Octubre l994.
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