Tolerancia significa capacidad mayor o menor para admitir en
los demás una determinada manera de ser, hacer o pensar. Ser
persona tolerante es reconocer que todos somos hijos de Dios,
pero hechos de tal manera que somos únicos, irremplazables y distintos
unos de los otros. La persona tolerante hace más que tolerar a los
demás, ve más allá de las diferencias y así encuentra la cualidad diferente
o el sello particular de cada individuo.
Podemos estar de acuerdo con todo el mundo pero eso no significa
ser tolerante. La tolerancia significa respetar el derecho de los que nos
rodean, de tener sus propios criterios, religión, tradiciones, creencias,
etc., aunque difieran de las nuestras o de lo que hemos creído siempre
como correcto.
Sin embargo, a veces nos encontramos con gente de comportamiento,
ideas, actitudes y apariencia tan distintos u opuestos a los que creemos,
que no sólo despiertan nuestro rechazo sino también nuestra irritación
y enojo. En esos casos, aunque nos resulte difícil, debemos mantener
una mentalidad muy abierta para alcanzar a ver, ya sea poco o mucho,
lo realmente bueno, aceptable, honesto o correcto, como señal de
respeto de un ser humano a otro.
Entre los hombres hay más elementos que nos unen que los que nos
separan. Los Cristóforos dicen que “es más fácil no ver las semejanzas,
ni lo que acerca a los demás. La intolerancia siempre gobierna, cuando
hay miedo, inseguridad e ignorancia.
No hay ninguna excusa para despojar a una persona de su dignidad
humana, de sus derechos, de su individualidad. Los extremos de la
intolerancia pueden convertirse fácilmente en extremos de violencia.
Los crímenes que resultan de la discriminación se concentran en per-
sonas de determinadas razas, orientación sexual o creencias religiosas”.
La guerra actual de Estados Unidos contra el terrorismo de un grupo
de islámicos, en gran parte se debe a la intolerancia de los países ricos
hacia pueblos más pobres, de diferentes costumbres y religión. Tanto
en el mundo como en su propia comunidad, la intolerancia fomenta
desconfianza, prejuicio, discriminación y odio. El cuadro es serio y
debería evitarse.
“El señor Joe Perkins, presidente de la Asociación Norteamericana
de Jubilados, afirma que cualquiera que sea la raza, sexo, religión,
origen, capacidad física, nacionalidad u orientación sexual, cada per-
sona posee talento, habilidad y percepción para el rendimiento en su
trabajo. En realidad, no es la gente lo que tenemos que tolerar sino
esos detalles que percibimos como diferentes. Cada uno de nosotros
hemos sido creados a la imagen de Dios, no para ser tolerados sino
para ser amados”.
El respeto es esencial para la verdadera tolerancia. El escritor Bob
Hostetler dice que el respeto no es algo que se pueda heredar en los
genes... ni se lo puede repartir semanalmente. Pero la actitud respe-
tuosa sí, puede heredarse de los padres que se hacen respetar, que
respetan a los demás y que enseñan respeto a sus hijos. La tolerancia
es algo que hay que enseñar.
Una sociedad justa y compasiva depende de todos nosotros. La
familia, los vecinos, el gobierno, los líderes religiosos y de la comunidad,
los medios de difusión ––todos tenemos una responsabilidad con
nosotros mismos, con quienes nos rodean y con el futuro. Si uno dice:
“Yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. I, Juan
4:20-21.
Dios, quédate conmigo en mi camino este día.
Ayúdame a ver tu rostro en cada persona que encuentre.
Porque no importa cuán distintos somos,
Cada uno es tu hijo creado y amado por ti.
Y ayúdame a mostrar tu rostro a quienes encuentre este día.
Y así mi camino, nuestro camino, será verdaderamente bendecido.
Amén”.
Noviembre de 2001.
Comentarios