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FELIZ AÑO NUEVO 2004

Muy pocos días faltan para comenzar un nuevo año y como

siempre que esto sucede nos abrimos también a una nueva esperanza. Todos esperamos que este será un año distinto, sin violencias,

ni muertes, ni odios, ni rencores. Confiamos en que seremos mejores

personas, que cumpliremos las metas que nos trazamos, que trabajaremos más, que haremos más dichosos a los demás, que tendremos

paz y prosperidad.

Atrás se han quedado los 365 días del año 2003, juntamente con

todas las cosas poco edificantes que acontecieron. Hemos pasado

por muchas crisis y conflictos. La humanidad sigue inmersa en los miedos y en la muerte, en guerras que ya duran demasiado, apresada por

fanatismos impredecibles y con amenazas para la convivencia.

Parece que esta sociedad que ha conquistado espacios de prosperidad y tecnicismos sin precedentes no ha podido, sin embargo, mejorar

los índices de pobreza, ni de justicia, ni de igualdad, ni ha podido

evitar la muerte de tantas vidas inocentes.

La corrupción, el egoísmo, la mentira, el consumismo, la envidia y la

codicia están tan arraigados en los individuos que ya no reconocemos

aquellos grupos sanos, con la escala de valores correcta, que existían

anteriormente.

Es cierto que no todo ha sido negativo y que han sucedido acontecimientos y cosas buenas, pero casi no hemos tenido tiempo de saborearlas. Hemos visto la preocupación de muchos jóvenes por mejorar

sus vidas y las de los menos favorecidos; han aumentado las vocaciones

religiosas; hay más conciencia de los problemas económicos y éticos

en diferentes círculos sociales; hay más personas que tratan de acercarse

a Dios para encontrar la felicidad; hay adolescentes buscando en el

deporte y en la música un camino más sano con que llenar su vida.

Como personas creyentes y esperanzadas tenemos que mirar con

valentía y decisión el futuro, para hacer de este año 2004 lo nuevo.

Y hasta soñar... y, sobre todo, trabajar por un mundo feliz, bello y en

justicia, en que hombres y mujeres puedan vivir en paz, aprender a

compartir progreso y trabajar en libertad; en una Iglesia libre de etiquetas insustanciales y de perniciosas rutinas, comprometida en el

anuncio del Evangelio con la palabra y con los hechos, Buena Nueva

de paz y solidaridad, y siempre en dirección a los más pobres y excluidos

del mundo.

Así tendríamos un año nuevo y bueno... Que esta oración nos acompañe por todo el año nuevo: “Que los caminos se abran a tu encuentro,

que el viento sople siempre a tu espalda, que el sol brille templado

sobre tu rostro, que la lluvia caiga suave sobre tus campos, y que,

hasta que volvamos a encontrarnos, Dios te tenga en la palma de su

mano”.

Diciembre 2003.

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