Hoy en día el alto número de suicidios entre adolescentes y Hjóvenes nos hace preguntar lo siguiente: ¿cuáles son las razones para que un joven, con muchos años de vida por delante, decida terminar su vida? ¿A qué se deben estos sucesos tan trágicos? ¿Hay algo que podamos hacer para evitar esos tristes acontecimientos que enlutan las familias y sacuden fuertemente a los compañeros de la persona suicida?... Dice F. Javier Elizari que los accidentes de carretera figuran como la primera causa de muerte en los adolescentes y jóvenes entre los quince y veinte años. En varios países europeos y americanos sabemos que el suicidio ocupa el segundo lugar, a pesar de que tales hechos suelen ocultarse para no causar alarma y no favorecer un aumento de casos por cierta especie de mimetismo. Entre los jóvenes varones, los chicos con conductas violentas se suicidan el doble que los otros. Comparando hombres y mujeres en esas edades, las chicas cometen más intentos de suicidio que los chicos, mientras que estos se suicidan de hecho más que aquellas. En los adultos, los suicidios suelen ser fruto de una decisión más pensada, más meditada y en buena parte van unidos a serios problemas profesionales, económicos, conyugales, a ver comprometida su honorabilidad por algún grave error, a situaciones familiares dramáticas. En ocasiones verdaderas enfermedades mentales pueden desencadenar una salida tan trágica. En los jóvenes el suicidio aparece de forma más espontánea, menos premeditada. La gran cuestión respecto al suicidio de jóvenes planteada por psicólogos, profesionales de la educación o de la sanidad es la prevención. ¿Qué acciones, qué iniciativas hemos de realizar para evitar este tipo de suicidios? ¿En qué direcciones y en qué terrenos se ha de intervenir para reducir en lo posible la extensión de semejantes hechos?
Según los psicólogos, los adolescentes tienen en contra suya un elemento no presente en los niños y en los adultos: una personalidad más frágil, más vulnerable. Pero este rasgo, común en esa edad, por sí solo, a no ser que adquiera tonos muy elevados, no basta para crear alarmas o inquietudes en las familias y en los educadores. De los millones de adolescentes que pasan por tal situación, afortunadamente son un número proporcionalmente bajísimo los que se suicidan, aunque el porcentaje de intentos es más alto. Hay dos pilares básicos para la prevención: La falta de comunicación dentro de la familia, las rupturas entre los padres, la falta de aprecio, de estima hacia el hijo o la hija y, lo que es peor, los casos de violencia física o episodios de abuso sexual y otras manifestaciones negativas forman un terreno abonado en el que pueden surgir las tentaciones suicidas, aunque tampoco hemos de establecer una conexión automática e infalible entre tales situaciones familiares y las conductas suicidas. Fuera de la familia también pueden surgir circunstancias que favorezcan o dificulten la posibilidad de un suicidio o de un intento de suicidio: sentirse excluido de grupos de su edad, dificultades escolares, agravadas a veces con actitudes muy severas por parte de los padres u otros familiares, decepciones sentimentales, distancia entre la imagen soñada de sí mismo o de otros y la imagen real, pérdida de la estima personal, etc. A veces será necesario acudir a profesionales como psicólogos, sacerdotes, pastores y trabajadores sociales. La acción de la familia y de la escuela puede completarse positivamente logrando la inserción de los adolescentes en actividades deportivas, culturales, de ocio, en movimientos de jóvenes, en grupos de voluntarios, etc. Agosto 2002.
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