Se menciona tanto la crisis de valores porque ya no los
encontramos, brillan por su ausencia y nos hacen mucha falta.
Con frecuencia nos preguntamos por qué la sociedad se ha
quedado sin valores, por qué los jóvenes y también los adultos cometen
delitos y ni siquiera se sienten culpables. Los chicos hacen trampa en
los exámenes, roban en las tiendas, dicen mentiras, son drogadictos...
Los adultos son corruptos, deshonestos, alcohólicos y haraganes...
¿Cuál es la respuesta? ‘Todos lo hacen’, ‘Hay que aprovecharse’,
‘No se darán cuenta’, ‘Que importa’...
Un factor que contribuye a la pérdida de valores es el concepto
erróneo de lo que es libertad. Entendemos por libertad la facultad de
hacer cualquier cosa sin límites ni barreras. No permitimos que nadie
se interponga en nuestro camino, nada, ni nuestra conciencia, ni los
demás, inclusive ni Dios.
Y, algo muy importante, es que los valores no andan sueltos, ni en
diferentes rumbos, ni son independientes unos de otros, sino que están
subordinados según su calidad e importancia para cada hombre. Hay
tantos valores como realidades existen: valores económicos, valores
espirituales, morales y religiosos, valores culturales, valores artísticos
y más.
La valorización o jerarquía que el hombre le da a estos valores de-
fine su talla moral y su madurez emocional. El individuo con valores no
marcha por la vida irresponsablemente, sin ideales y sin esfuerzos sino
que lucha y vive de acuerdo a ellos. Respeta el derecho de los demás,
trata de servir a su vecino y prójimo y, por último, orienta toda su vida
en el amor a Dios según el concepto bíblico.
Para dar solución a esta crisis de valores y para no criar más anal-
fabetos morales, es necesario practicar estas reglas de oro:
1) En el caso de los jóvenes, hacer hincapié en que se pregunten
cómo se sentirían los demás con sus actuaciones, cómo reaccionaría
su hermano si se le insultara, qué sentimientos podrían despertar en su
compañero al proceder egoístamente... y tratar entonces de hacer exac-
tamente lo opuesto.
2) Fomentar en el joven y en el adulto un sano sentimiento de culpa-
bilidad. En los tiempos actuales nadie tiene de que arrepentirse, todo
está permitido, el arrepentimiento es una grosería, es un sentimiento
neurótico que hay que librarse de él. No, por favor, el sentimiento de
culpa es un llamado de la conciencia por algo que hicimos mal, es
indispensable para el bálsamo del perdón y para la protección per-
sonal.
3) Enseñar a los niños y adolescentes, modelos auténticos de perso-
nas y hechos con valores auténticos. Sustituir sus héroes basura por
personajes de biografías, historias y relatos bíblicos, en donde sobre-
salgan valores morales como la compasión, el trabajo, el restableci-
miento de la justicia, el servicio a Dios, otros similares.
Julio, 2010.
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