Los abuelos deberían ocupar un lugar destacado en la vida familiar
y especialmente en el trato con los niños. Los abuelos son como
libros abiertos y como archivos de los acontecimientos pasados
familiares, sociales e históricos. Ellos inculcan las tradiciones, comparten
sus experiencias vividas y transmiten los valores en su escala verdadera.
Por eso es cierto aquel dicho que afirma: “se aprende más de diez
abuelos que de diez expertos en temas familiares”.
En los países más civilizados que el nuestro los abuelos se ven privados
de mantener una relación con sus nietos, por varias razones: los abuelos
son atendidos en instituciones especiales para ancianos, lejos del hogar
de sus hijos; los divorcios tan frecuentes hoy en día hacen que los
abuelos se pierdan; el egoísmo de los padres al negarle ese cariño
especial de los abuelos a los nietos; las distancias enormes cuando
padres y abuelos viven en lugares distantes; conceptos y valores
encontrados, etc.
En cambio en Honduras y en otros países latinoamericanos los abuelos
y, en especial, las abuelas hacen el papel casi de madres. Cuando las
hijas son muy jóvenes se van de la casa buscando otros perfiles, salen
embarazadas, son abandonadas por el padre, viéndose obligadas a
regresar a sus casas maternas con una criatura nueva. Al poco tiempo
desean irse de nuevo y dejan su vástago con la abuela, quien hace el
papel de madre y de padre al mismo tiempo, conduciendo esto a una
educación y crecimiento poco deseables.
Lo que nos interesa hoy es que los abuelos puedan llegar a ser per-
fectos con una calificación de 10. Y como en esta vida nadie nace
aprendido, hay que seguir ciertas instrucciones para alcanzar esta
perfección de abuelidad.
Lo más importante es amar a los nietos a pesar de su bullicio y
espontaneidad. Si no puede amarlos, por lo menos trate de hacerlo
buscando sus lados positivos y encomiables. Los nietos responden
inmediatamente al cariño sincero de las personas mayores.
A los nietos les encanta que les cuenten historias, especialmente si
estas son gesticuladas y actuadas, llenas de fantasía y relatadas con
suficiente tiempo, sin prisas.
Si es posible llévelos a su casa y juegue con ellos; o llévelos de paseo
al campo o a lugares interesantes que no conocen. Escúchelos con
interés y conteste a sus preguntas con la verdad en su corazón. Cuando
salga de viaje y si sus condiciones económicas lo permiten, tráigales
un regalito; así les hará falta porque lo quieren y por la sorpresa.
No los regañe todo el tiempo, deje que disfruten a sus anchas de su
compañía y de su casa pero exíjales cuando tenga que hacerlo. Aunque
les permita cierta libertad cuando están con usted tiene que ponerle
límite a sus travesuras.
No trate de cambiar los hábitos de sus nietos, ni critique las normas
de educación de sus hijos respecto a sus nietos. Usted debe permitir
que sus hijos cometan errores, con los golpes ellos aprenderán igual
que usted cuanto era joven a corregir su conducta.
Resumiendo, para ser un abuelo perfecto No. 10 debe hacer lo
siguiente:
Que le guste jugar con ellos cuando van a su casa o usted llega a la
de ellos. Que no le moleste cuidarlos cuando salen sus padres. Que
disfrute contándoles cuentos y escuchando sus inquietudes y deseos.
Que cuando salga de viaje anticipe la cara de felicidad que pondrán
los niños al ver sus regalos. Que aunque se permita consentirlos, no
por eso dejar de corregirlos cuando el caso lo amerite.
Que no hable mal de sus padres delante de ellos. Que se interese
realmente por sus enfermedades, progresos y problemas. Que les
escriba poesías. Que los abrace y los bese cariñosamente. Que les
hable de Dios y les ensene a orar.
La abuelidad es una etapa feliz de su vida. Disfrútela al máximo...
Marzo 1998.
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