La vida de Sor Margarita ha llegado a su final. La luz que irradió
durante su presencia en el mundo se apagó lentamente, dejando
una estela de generosidad, de gracia y de sencillez. Así como las sombras
vespertinas se pierden al amanecer, así también nuestra heroína se
deslizó al cielo, suavemente, pacientemente, sin dolor y en completa
paz.
Aun en los últimos momentos no perdió su dignidad, ni la lucidez, ni
la serenidad.
Sor Margarita nació como Zoila Ramona Fajardo Rápalo el cinco
de Febrero de l904 en San Pedro Sula, y es hija de Santiago y Marta
de Fajardo (Q. E. P. D.). Su vida transcurrió entre Honduras y Belice
y de allí, donde residía últimamente, el día l2 de Abril de l993, a la
edad de ochenta y nueve años, partió hacia el viaje eterno a reunirse
con los ángeles y con los santos, en la presencia de Dios. Le sobreviven
una hermana, Juana Fajardo de Suazo, un sobrino y su esposa.
Zoila Ramona ingresó al convento porque su tía abuela no soportaba
más sus travesuras. Como niña era una joven inquieta, alegre, a quien
le encantaba bailar, pasear, montar a caballo y tener muchos amigos.
Su vida cambió un poco cuando la tía decidió enviarla a Belice du-
rante un tiempo para que “la domaran las monjas”.
El primer año se le hizo difícil, según contaba ella, pero pronto pasó
el tiempo, logrando graduarse de secretaria. A esas alturas ya sentía la
inquietud por entregarse a la vida religiosa y su tía, presintiendo esta
vocación, envió por ella. Pero todo fue en vano... ya estaba enamorada
del Señor. Vivió durante cuarenta años en Belice dedicada a la docencia
y, como esposa de Cristo, destinó parte de su tiempo a visitar prisiones
y casas de familias pobres.
Nuestra monjita siempre soñó con regresar a su patria. Se lo impedía
el no existir un convento de las Hermanas de la Merced en Honduras.
En l963 se le presentó la oportunidad de regresar a su patria querida,
en donde estuvo activa hasta l977 en el Instituto “San Vicente de Paúl”.
Más tarde, continuó enseñando catequesis en la Parroquia “San Vicente
de Paúl” y después preparaba niños para la primera comunión. Ya
jubilada, permaneció muchos años en la Casa de Oración, apoyando
con sus oraciones y su presencia el trabajo de Sor Michaela.
Hace unos tres o cuatro años y por razones de salud, tuvo que regresar
a la Casa Matriz, en Belice, donde permaneció hasta su defunción.
Cómo describir a Sor Margarita: su generosidad no tenía límites, se
olvidaba de sí misma y nunca le hacía daño a nadie. Se distinguía por
su sentido del humor. Le gustaba pintar paisajes como noches de luna,
botes en el mar y jardines. Además, su habilidad para las tiras cómicas
era notoria.
Sor Margarita gozaba de un gran talento para el arte. Sus salones de
clases parecían cuentos de hadas porque estaban adornados con ma-
nualidades hechas por ella, dibujos de animales de tamaño natural,
canciones de cuna, cuadros religiosos, cuentos y números.
Ella creaba una atmosfera feliz en su trabajo.
Como religiosa su proyección fue igualmente impresionante. A través
de los años las personas a su alrededor se percataban de su proceder
piadoso y noble, de su amor a la humanidad. A los niños, especialmente,
los trataba con devoción, compasión y sabiduría.
A pesar de su pequeña estatura, fue una gigante en la realización de
su vocación. Actuaba con modestia y dignidad pero cuando era nece-
sario denunciaba o censuraba lo incorrecto con firmeza. Poseía muchas
cualidades positivas, las cuales adornaron su vida diaria como un tapete
bellamente entrelazado con colores e hilos exquisitos.
He aquí una vida ejemplar, de una santa mujer con aroma de rosas...
humilde, sencilla, servicial, llena de amor a Dios y al prójimo... Dichosos
los que la hemos conocido... Descanse en paz...
Abril l993.
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