El tema de la madre lo he tocado varias veces porque considero
que las mamás son personas especiales, pero a quienes no se da
el reconocimiento debido.
Hay madres que son olvidadas durante mucho tiempo con la excusa
del trabajo, de la distancia, de la falta de dinero, de las enfermedades
o de cualquier otra razón justificable o no.
Y únicamente en el Día de la Madre se acuerdan de su deber y con
un obsequio quieren compensar la indiferencia de todo el año. Los
centros comerciales se llenan de clientes ansiosos en conseguir un regalo
para sus madres que sea bueno, bonito y barato, especialmente las
personas con menor capacidad monetaria. Por el contrario, hay también
individuos que pueden comprar un presente de un precio más elevado,
dependiendo del bolsillo y de la generosidad para con sus mamás.
Lástima que las fiestas importantes han terminado en orgías económicas.
¿Por qué surge este comportamiento? ¿Por qué la madre no tiene el
valor de que gozaba anteriormente? ¿Por qué ya no se le venera ni se
le respeta como una criatura amable hecha por Dios para aliviar el
dolor de la humanidad?
Tendríamos que volver al trillado asunto de la pérdida de valores
morales y religiosos, como también a la influencia de los medios de
comunicación que fomentan la violencia, el sexo, las drogas, y el con-
sumismo. Asimismo podríamos agregar que la familia no está cum-
pliendo eficientemente su labor como formadora y orientadora y que
los padres están fallando en inculcar sentimientos de honra, obediencia
y veneración en sus vástagos para con sus progenitores.
Como madre yo me sentiría colmada y realizada si mis hijos
desarrollaran las siguientes cualidades: a) A los hijos solteros les
pediría que fueran generosos, amables, honestos, trabajadores o
estudiantes responsables, cariñosos, serviciales y comunicativos.
b) A los casados les solicitaría que tuvieran además una preocupación
especial por inculcar a sus hijos los principios morales y religiosos que
se necesitan para distinguir el bien y el mal.
Me agradaría que los consejos que recibieron de sus padres los
estuvieran transmitiendo a sus descendientes. También llenaría mi alma
si contemplara a un hijo mío apoyando en todo sentido a su padre,
madre, hermano o hermana, ya sea moral, económica o físicamente
con solicitud y cariño; o si ayudara a personas extrañas necesitadas o
marginadas, con una generosidad altruista.
Revisemos nuestra conducta y nuestro comportamiento como pa-
dres y como hijos. Pensemos cómo deberíamos cambiar y sobre todo
démosle a las madres, durante todo el año, los regalos recomendados
más arriba...
Junio 2005.
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