En el penal sampedrano existen 1900 reclusos, entre ellos 100
mujeres y 180 jóvenes mareros, pero solamente 10% de ellos y
ellas están sentenciados.
Hay un incremento mensual de 15 personas, en su mayoría jóvenes
menores de 25 años.
Los delitos más comunes por lo que esas personas están privadas de
su libertad son: posesión y tráfico de drogas, robos, estafas, homicidios,
secuestros y otros.
Hay muchas carencias en este centro penitencial que si se proporcionaran la situación sería muy diferente: faltan programas de
rehabilitación, falta reglamento interno, falta un médico o médicos permanentes y enfermería, hay escasez de medicamentos, otros.
Las consecuencias de esta indiferencia y falta de atención son las
siguientes: enfermedades infecto-contagiosas, mala alimentación, falta
de higiene, violación de los derechos humanos, altos niveles de
corrupción, alto nivel de promiscuidad entre ellos y ellas, alto consumo
de drogas y venta de la misma.
El centro penal es el reflejo de una sociedad insolidaria ante la
situación de dolor y miseria de sus hermanos y hermanas.
Hay una pastoral penitenciaria que está tratando de lograr los siguientes
objetivos: anunciar en el mundo penitenciario el mensaje del Evangelio,
cuidando el testimonio de vida; brindar a los privados de libertad la
posibilidad de un crecimiento espiritual; promover una acción integral
a los internos y a sus familias favoreciendo su rehabilitación y reintegración social y familiar; procurar recursos educativos, de formación y
capacitación para favorecer la rehabilitación de la persona; apoyar en
materia legal a los internos y familias; luchar para que mejore su calidad
de vida; crear conciencia en la sociedad para que se solidarice y apoye
al mundo penitenciario; establecer relaciones con la Iglesia para crear
conciencia en los ámbitos parroquiales y diocesanos sobre la necesidad
de responder a la realidad penal; promover la formación integral de
los agentes de pastoral.
Hay algo digno de mencionar en este centro penitenciario y es la
diversidad de actividades que se llevan a cabo para ayudar a los habitantes en su rehabilitación social y religiosa: panadería Liberpán (yo
he comido de su pan y es bastante bueno); sastrería Justa Medida;
escuela y colegio (primaria y secundaria – Educa Todos); clases de
inglés; cuadro de danzas y grupos de teatro; biblioteca; talleres de
capacitación; oficina de atención legal; visitas a familiares; apoyo en
salud; celebraciones cívicas y religiosas; comunidades de formación
cristiana.
Finalmente, creemos que la sociedad en general muestra una actitud
indiferente, mezquina, anti-cristiana frente al sufrimiento, dolor, miseria
y carencia de derechos básicos de esta parte de nuestra gente que no
tiene voz ni apoyo de casi ningún grupo social o religioso. Su dolor y
miseria claman a nuestra sensibilidad para responder en alto grado a
sus necesidades. Seamos todos el buen samaritano y no cerremos
nuestros ojos a esta cruel realidad.
Octubre 2002.
Comments