En lo tocante a la oración he encontrado unos conceptos diferentes que me han llamado mucho la atención, escritos por Anthony de Mello. Veamos algunos de ellos: “Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero, al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: ‘¡Silencio! ¡Estoy rezando!’ Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración. Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: ‘Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos...’ ‘¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?’, fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: ‘¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?’ Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: ‘¡Canta!’ Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, este dejó de crisparle, porque descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho, para enriquecer el silencio de la noche. Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar”. “Es costumbre entre los católicos confesar los pecados a un sacerdote y recibir de este la absolución como un signo del perdón de Dios. Pero existe el peligro, demasiado frecuente, de que los penitentes hagan uso de ello como si fuese una especie de garantía o certificado que les vaya a librar del justo castigo divino, con lo cual confían más en la absolución del sacerdote que en la misericordia de Dios.
He aquí lo que pensó hacer Perugini, un pintor italiano de la Edad Media, cuando estuviera a punto de morir: no recurrir a la confesión si veía que, movido por el miedo, trataba de salvar su piel, porque eso sería un sacrilegio y un insulto a Dios. Su mujer, que no sabía nada de la decisión del artista, le preguntó en cierta ocasión si no le daba miedo morir sin confesión. Y Perugini le contestó: ‘Míralo de este modo, querida: mi profesión es la de pintor, y creo haber destacado como tal. La profesión de Dios consiste en perdonar; y si Él es tan bueno en su profesión como lo he sido yo en la mía, no veo razón alguna para tener miedo’. Este es Domingo de Ramos, el comienzo de la Semana Santa, y una medida muy saludable sería meditar y valorar nuestra oración, nuestra relación con el Señor para ver si tenemos los canales abiertos para escucharle y cumplir su voluntad. Podría ser como propósito para el tiempo de Pascua y más adelante. Si nuestra oración está bien, todo lo demás estará bien... Marzo, 2010.
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