No se necesita gran inteligencia ni mucha observación para darse cuenta de los estragos que la civilización y la irresponsabilidad del hombre han hecho y siguen haciendo con los recursos naturales y las fuentes de vida que Dios con su gran misericordia le obsequió gratuitamente. Las temperaturas han cambiado considerablemente; en Centro Amé- rica, México y el Norte de Estados Unidos el grado de calor ha llegado a más de 100 oF ahora en el verano, ocasionando la muerte de muchas personas; también los inviernos han sido más fríos que en años anteriores. Hemos tenido además inundaciones, sequías, incendios, falta de fluido eléctrico, escasez de granos básicos y muchos otros problemas debido a la poca importancia que le hemos dado a la naturaleza, fuente inagotable de vida. Los días de bruma y el cierre de los aeropuertos han afectado también muchísimo la vida normal de la región. En el primer libro de la Biblia, en Génesis, se halla la historia de la creación; aquí encontramos una amplia narración de la manera en que nuestro Padre, con infinito amor, fue creando desde el cielo a la tierra, el día, la noche, el agua, el firmamento, el mar, los ríos, los valles, el pasto... los árboles, las estrellas, el sol, los animales y por último hizo al hombre, a su imagen y semejanza, a quien entregó toda la creación para que la utilice adecuadamente para subsistir, pero sobre todo para preservarla y multiplicarla. La creación no fue un simple capricho, ni una necesidad del Señor, sino su deseo de compartir y convivir con otros la inmensa riqueza de su amor, por lo que al final, Él vio que todo cuanto había hecho “era muy bueno”. Pero el paraíso original se está descomponiendo a pasos agigantados, especialmente con la tala indebida de los árboles y de los bosques, la acumulación de basura, la contaminación de los ríos y de las aguas con desechos tóxicos y aguas negras, el uso excesivo de herbicidas, pesticidas y aerosoles, la falta de reciclaje de los materiales desechables, el uso incontrolable de materias plásticas, las cuales no pueden ser eliminadas después de ser utilizadas, el consumismo exagerado de los países más desarrollados y muchos otros factores que están afectando a tal grado la atmosfera que ya la capa de ozono se encuentra dañada. Sumando a ello, la escasez de agua este año ha empeorado la situación. Si no hacemos un alto a nuestra indiferencia, a la tolerancia, a la conformidad con que vemos la situación, podemos llegar, y de hecho ya estamos llegando, a destruir nuestra fuente de vida, la cual Dios nos regaló y nos dejó en herencia para hacerla crecer día a día. Y sólo con el compromiso solidario de cada uno de nosotros podemos evitar esta destrucción, si intentamos vivir en convivencia y equilibrio con la na- turaleza. Por ejemplo, aquí en San Pedro Sula, cada año que pasa experimentamos que el grado de calor aumenta, que las lluvias se tardan mucho para llegar, ocasionando esto el nivel bajo en la represa El Cajón, con sus apagones obligados. Todas las personas conscientes de nuestro futuro debemos echar una mirada a nuestro alrededor, no con el propósito de ver y juzgar lo que vemos, sino para que entre todos busquemos y adoptemos medidas de acción que nos conviertan en personas conscientes y capaces de amar y proteger este regalo que Dios nos dio y que estamos destruyendo poco a poco... Como niños, deben preocuparse de cuidar las plantas, las de su casa, las de la escuela y las del vecino, regarlas, limpiarlas, abonarlas; si pudiesen sembrar, con ayuda de los mayores, nuevas plantas en lugares cercanos desolados; proteger los animales, botar la basura en los sitios señalados, no desperdiciar las frutas, no estropear las flores... Busquen un compromiso de esos o alguno nuevo donde se pueda demostrar que aman y protegen a la naturaleza porque es obra de Dios... Junio 1998
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MIMI PANAYOTTI BIENVENIDO
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