Una empresa estaba en situación difícil; las ventas iban mal, los trabajadores y colaboradores estaban desanimados y la situación financiera muy crítica. Era preciso hacer algo para revertir el caos. Esta historia no es nueva pero vale la pena recordarla. Nadie quería asumir nada. Por el contrario, todo el personal reclamaba porque las cosas iban mal y porque no había perspectiva de progreso en la empresa. Ellos consideraban que alguien debía tomar la iniciativa de revertir aquel proceso. Un día, cuando los funcionarios llegaron a trabajar, encontraron en la portería un enorme cartel que decía: “Falleció ayer la persona que impedía el crecimiento de nuestra empresa. Usted está invitado a participar del velatorio en el salón de deportes”. Al principio todos se entristecieron ante la muerte de alguien, pero luego sintieron curiosidad por saber quién estaría bloqueando el cre- cimiento de la empresa. La agitación en el salón de deportes era tan grande que fue necesario llamar a los guardias de seguridad para or- ganizar la fila. A medida que las personas iban aproximándose al cajón la excitación aumentaba. ¿Quién será el que estaba estorbando el progreso? ¡Qué suerte que ese infeliz se murió!!! Uno a uno, los funcionarios agitados se aproximaban al cajón, miraban al difunto y se quedaban pasmados en absoluto silencio, como si hubiesen sido heridos en lo más hondo de sus almas. Pues bien, ciertamente usted no habrá imaginado qué había en el fondo del cajón... ¡Había un espejo!... Sólo existe una persona capaz de limitar su crecimiento: usted mismo. Usted es la única persona que puede cambiar su vida. Usted es la única persona que puede perjudicar su vida. Usted es la única persona que puede ayudarse a sí mismo. No intente hallar culpables para sus fallas. Es “dentro de su corazón donde encontrará la energía para transformarse en el artista de su creación. El resto son disculpas...”.
No invente disculpas y cumpla lo que se promete a sí mismo, a los demás y comprométase... Somos responsables de nuestra vida, de nuestras acciones y de nuestros cambios, sólo que es más fácil esperar que otro se haga cargo... Entonces buscamos culpables y seguimos ahí detenidos, esperando que algo o alguien nos rescate; y si no es así, simplemente pedimos disculpas por los errores cometidos. Pensemos que la vida es un gran aprendizaje, y si seguimos repitiendo los mismos errores y no hacemos nada por cambiar o nos disculpamos una y otra vez, o culpamos al otro, nunca logremos crecer y ser mejores. No dejemos que el tiempo pase y que nuestro ayer sea igual al mañana, somos nosotros los únicos responsables de nuestra vida. Octubre 2007.
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