Después de varios años de reflexión y consultas, los obispos de
Estados Unidos publicaron una carta pastoral en donde
ofrecen un análisis moral de la economía de ese país y donde
enseñan el camino correcto en asuntos económicos, especialmente en
el desempleo, la pobreza, la seguridad social, el cultivo de la tierra y
las relaciones económicas internacionales.
Aunque Honduras no puede compararse con esta nación del Norte,
hay problemas que nos son comunes y cuyas soluciones muy bien
pueden ser aplicadas entre nosotros. Veamos algunas de las citas de
dicho documento:
“Sentimos el dolor y la esperanza de nuestro pueblo. Sentimos la
angustia de nuestras hermanas y hermanos que son pobres, sin empleo,
sin hogar, marginados. Nuestra fe nos invita a evaluar la economía, no
sólo en términos de lo que produce sino también por la manera en que
afecta la vida humana y juzgando si protege o mina la dignidad de la
persona.
Los pobres merecen especial cuidado y atención. Todos los
miembros de la sociedad tienen una obligación especial para con los
pobres y los débiles. Nadie puede llamarse cristiano y mantenerse
tranquilo mientras exista el hambre, la falta de techo, la inseguridad y
la injusticia.
Los derechos humanos incluyen derechos económicos. Los derechos
humanos son las condiciones mínimas para que exista la vida en co-
munidad. Todas las personas tienen derecho a la vida, alimentación,
techo, descanso, atención medica, educación y empleo. Creemos que
la persona es sagrada, siendo el más claro reflejo de Dios entre noso-
tros. La dignidad proviene de Dios. La economía debe servir a la
gente y no al revés.
¿Qué tiene todo esto que ver con usted y conmigo?
Según el Evangelio cada cristiano lleva la vocación de amar a Dios y
al prójimo de tal manera que se vean los frutos en la vida de la sociedad.
Más que nada, tal vocación constituye un cambio de corazón; una
conversión que se manifiesta en la alabanza a Dios y en hechos con-
cretos de justicia y servicio.
Salgamos de nosotros mismos para ir a los hambrientos, a los que
no tienen techo, a los pobres e impotentes, a los angustiados y vulne-
rables. Podemos hacer cuatro cosas para conseguir esto:
1) Servir. Como individuos, todos los ciudadanos deben ayudar a
los pobres por medio de actos de caridad y compromiso perso-
nal, pero no bastan la caridad privada y la acción voluntaria. De-
bemos colaborar colectivamente por medio del gobierno para es-
tablecer políticas públicas justas y eficaces, cumpliendo así con
nuestra responsabilidad moral de ayudar a los pobres y poten-
ciarlos.
2) Reflexionar. Cada uno de nosotros juega un papel, ya que cada
uno toma decisiones económicas todos los días. Es la vocación de
algunas personas, debido a su trabajo o a su puesto en la sociedad,
involucrarse de manera más decisiva en las decisiones que afectan
el bienestar de otros y hay que alentar y apoyar a dichas personas
en la búsqueda de una mayor justicia.
3) Orar. La tarea de confrontar la vida económica de este país con
la visión cristiana exige una profundización del íntimo vínculo entre
el culto y el mundo del trabajo.
4) Actuar. Pedimos a ustedes, creyentes, que como ciudadanos estén
bien informados y sean más activos, utilizando su voz y su voto
para hablar por los que no tienen voz, para defender a los pobres
y los débiles y promover el bien común. “Hemos sido llamados a
formar una conciencia crítica capaz de evaluar las políticas
económicas públicas y privadas por la forma en que afectan a los
más pequeños, extraviados y marginados de nuestra sociedad”.
Hagamos todo esto y más, de tal forma que la dignidad humana
florezca, que la persona humana sea servida y que los derechos humanos
incluyan derechos económicos.
Febrero, 1998.
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