El sueño americano depende de la asimilación: asociamos el éxito
con la eliminación de nuestros antiguos lazos étnicos para
convertirnos en agentes libres del gran crisol estadounidense.
El sueño europeo, en cambio, se basa en la conservación de la propia
identidad cultural y en vivir en un mundo multicultural. El sueño
americano va unido al amor al país y al patriotismo. El europeo es más
cosmopolita y menos territorial.
Los Estados Unidos usan la fuerza militar para proteger sus intereses
vitales. Los europeos son más reacios a usar la fuerza militar y, en
cambio, fomentan la diplomacia, la ayuda económica y la asistencia
para evitar el conflicto, y las misiones de paz para mantener el orden.
El sueño americano es profundamente personal y se preocupa poco
por el resto de la humanidad. El sueño europeo es de una naturaleza
más expansiva y sistémica y, por consiguiente, va más ligado al bienestar
del planeta.
Siguiendo con las estadísticas de “El País”, “todo lo anterior no quiere
decir que Europa se haya convertido de repente en una utopía. A pesar
de toda su retórica sobre la conservación de la identidad cultural, los
europeos se están volviendo cada vez más hostiles hacia los inmigrantes
y los refugiados políticos recién llegados. El enfrentamiento étnico y la
intolerancia religiosa siguen estallando en diversas zonas de Europa.
El antisemitismo está aumentando nuevamente, al igual que la discrimi-
nación contra los musulmanes y otras minorías religiosas.
Aunque los europeos critican la hegemonía militar estadounidense y
lo que ellos consideran una política exterior presta a apretar el gatillo,
están más que dispuestos, cuando se presenta la ocasión, a dejar que
las fuerzas armadas estadounidenses protejan los intereses de seguridad
europeos. Además, muchos ciudadanos afirman que la maquinaria de
gobierno de la Unión Europea, con sede en Bruselas, es un laberinto
de papeleo burocrático.
A menudo se acusa a sus funcionarios de distantes y de no responder
a las necesidades de los ciudadanos europeos a los que supuestamente
sirven.
La cuestión no es si los europeos viven o no de acuerdo con su
sueño, Los estadounidenses nunca lo han hecho del todo. La cuestión
es más bien que Europa ha forjado una nueva visión del futuro que
difiere de la americana en aspectos esenciales. Estas diferencias son
cruciales para comprender la dinámica que ha empezado a desatarse
entre las dos grandes superpotencias del siglo XXI.
Hace 200 años, los fundadores de los Estados Unidos crearon para
la humanidad un nuevo sueño que transformó el mundo. Hoy, una nue-
va generación de europeos está creando un nuevo sueño radical, más
apto para enfrentarse a los retos que plantea el mundo cada vez más
interconectado y globalizador del siglo XXI”.
Noviembre, 2004.
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