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LA IDENTIDAD DE LA MUJER COMO MADRE

Este segundo domingo de Mayo, una vez más, estamos Ecelebrando el día de la madre. Una vez más las tiendas se llenarán de clientes interesados en obtener un regalo para sus madres que sea bueno, bonito y barato, especialmente las personas con menor capacidad económica. Habrá también individuos que podrán comprar un presente de un precio más elevado o elevadísimo, dependiendo del bolsillo y de la generosidad para con sus mamás. Sin embargo, la parte más importante de esta conmemoración no es el regalo en sí sino la actitud y la disponibilidad de los hijos para con sus mamitas, no sólo en esta ocasión sino durante todo el año. Con cierta frecuencia hay madres que son olvidadas y marginadas durante mucho tiempo con la excusa del trabajo, de las distancias, de la falta de dinero, de las enfermedades, en fin, de cualquiera otra razón justificable o no. No se les toma en cuenta para decisiones importantes, ni para celebraciones familiares, y menos para compartir noticias de diario vivir. Y, únicamente, en esta ocasión especial se acuerdan de su deber y con un obsequio quieren compensar la indiferencia de todo el año. Ya la madre no tiene el valor de que gozaba anteriormente; ya no se le venera ni se le respeta como una criatura amable hecha por Dios para aliviar el dolor de la humanidad. ¿Cuál es la causa de este comportamiento? Posiblemente tengamos que machacar nuevamente la falta de valores morales y religiosos, como también la influencia de los medios de comunicación social (la violencia, el sexo, las drogas, el consumismo). Asimismo podríamos agregar que la familia no está cumpliendo efi- cientemente su labor como formadora y orientadora y que los padres están fallando en inculcar sentimientos de honra, obediencia y venera- ción en sus vástagos para con sus progenitores. Revisemos en este momento nuestra conducta y nuestro comporta- miento como padres y como hijos. Preguntémonos sincera y profun- damente si hemos hecho lo mejor de acuerdo a nuestra capacidad y a nuestra preparación para haber obtenido el máximo resultado posible. De no ser así pensemos qué deberíamos cambiar ahorita mismo para remediar la situación. Y pidamos la inspiración del Espíritu Santo para que nos ilumine y nos haga ver el camino correcto para mejorar nuestra familia. Como un recordatorio de lo que debe ser la familia y la madre en ella, deseo compartir unas ideas de Helena de Fonseca: “La mayor realización de la mujer es ser madre. No hay trabajo ni misión más importante que educar una familia con los principios y va- lores morales y religiosos necesarios para fortalecer la sociedad. La mujer contribuye al mejoramiento, a la construcción y perfeccionamiento de la creación. Ella es la encargada de custodiar y transmitir la vida, de ofrendar los valores de Dios al hombre, de defender la justicia, de educar a los hijos con virtudes y principios ejemplares. La mujer es la transmisora de las tradiciones, es el equilibrio de lo material y lo espiritual. Hay una mentalidad a nivel mundial de que la mujer si tiene una pro- fesión fuera del hogar es una mujer realizada, y que si se dedica sólo a las tareas del hogar es mujer frustrada. Sufrimos de una concepción simplista y falsa sobre la verdadera rea- lización de la mujer. Ignoramos o no queremos aceptar que la proyec- ción social más relevante que posee la mujer es la de ser madre y educadora de sus hijos. La sociedad del futuro se construye sobre la base de la familia, en donde la mujer realiza una tarea insustituible. Luego, como consecuencia de la sobrevaloración de la profesión extra doméstica de la mujer, se da un irrespeto hacia aquella que libre- mente elige la profesión de ser esposa y madre y dedica lo mejor de su tiempo a la procreación y formación de sus hijos. Se le hace creer a esta mujer que está sujeta a las fuerzas ciegas de la generación y que vive en un estado de servidumbre a la especie.

Ignoran, quienes así piensan, que es en su función de madre y educa- dora como la mujer alcanza uno de sus más altos logros y por el cual merece el más grande respeto. Actualmente hay que salir en defensa de la mujer. Pero no con pa- liativos de liberación de una servidumbre a la especie. La mujer hoy en día no necesita ser liberada sino ayudada. Y ayudarla implica respetar antes que nada su dignidad de persona, su capacidad creadora, engendradora. La mujer sufre una crisis de identidad. Y esta crisis la resolverá ella en la medida en que encuentre en su ser más íntimo, femenino, el don de ser madre. Y el mejor bien que podemos hacerle es ayudarle en esta búsqueda, sin manipularla ni mutilarla, y garantizarle, una vez que descubra de nuevo ese don, que lo pueda perpetuar. “La mujer no debe perder su feminidad, la mujer no debe dejar de ser mujer”. Ayudemos a la madre a encontrar su identidad, no sólo en su día sino durante todo el año... Mayo, 1996.

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