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Foto del escritorMimi Panayotti

LA GUERRA Y LOS NIÑOS

Hemos visto en la televisión cómo se ha desarrollado la guerra en

Iraq. Todos los días hay un nuevo brote de violencia, ataques

sorpresa, emboscadas, gente civil (hombres, mujeres y niños) muertos,

mutilados, destrozados, y lo peor de todo es que este problema parece

no tener fin. Han muerto más personas después que durante el ataque

masivo.

Un caso específico es el del niño Alí, víctima de los bombardeos. Alí

había perdido a sus padres y a sus hermanos. Estaba sólo en una

cama en el hospital y su cuadro era tremendo: dos muñones

reemplazaban a sus brazos y presentaba quemaduras en todo el cuerpo.

Cuando la cámara enfocaba sus ojos decía: “Estoy lleno de dolor. Es

una montaña de dolor la que yo siento”. Alí no sólo hablaba del dolor

físico sino del dolor psíquico, que es tan desgarrante como las heridas

visibles que mostraba su cuerpo.

Las consecuencias demuestran que los niños que han sufrido pérdidas

familiares (muerte de los padres) por efectos de la guerra, desarrollan

trastornos psiquiátricos, serias ideas de suicidio para reunirse con sus

parientes idos, por sentimientos de culpa por haber sobrevivido,

pesimismo y sensación que la vida no vale la pena vivirse, escepticismo

por una comunicación amorosa en el futuro, dependencia excesiva

hacia otras personas y afecciones depresivas.

Los niños pueden sufrir de una agresividad superlativa, la que es

difícil de superar cuando la violencia se encuentra desatada a su

alrededor, en un mundo lleno de destrucción y muerte. Para defenderse,

los infantes tratan de negar la realidad, viviendo en un mundo de juegos,

con excesivo apego a peluches, muñecas que reemplazan en su fantasía

a los padres y familiares ausentes o fallecidos. A veces no pueden

dormir si no abrazan a sus juguetes, especialmente si son de las pocas

cosas que han podido salvar de sus hogares.

La regresión se manifiesta en retroceder en los logros obtenidos,

orinarse en la cama, chuparse los dedos, provocar berrinches, falta de

expresión en su lenguaje o alteraciones de conducta como muecas,

tics, ataques de cólera, cambios en la alimentación, ausencia de

emociones, etc.

Los huérfanos sometidos al cruel impacto de la guerra ven afectada

su imagen de Dios. Los pensamientos que surgen acerca de Dios no

están relacionados con las enseñanzas que han recibido en su casa, en

la escuela o en la iglesia. Estas ideas se debilitan frente a la realidad

terrible de la guerra, experiencia que el niño no está en condiciones de

elaborar y que determinará trastornos emocionales de envergadura en

su vida futura. ¡Cuándo nos libraremos de las guerras!

Abril 2004.

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