Envidia es un sentimiento vil que genera tristeza o pesar del bien ajeno. La envidia es una hierba amarilla y amarga y, por desgracia, la más abundante en el corazón humano. La envidia es como un puñal que se clava por la espalda al hermano, al compañero. De la envidia no sale nada. “Todos los vicios” decía Cervantes “tienen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabia”. Efectivamente es un vicio que destruye mucho más al envidioso que al envidiado, a quien, en definitiva, no suele hacer mayor mal si sabe no hacerle demasiado caso. El envidioso nunca será feliz, nunca podrá disfrutar de lo que tiene de puro soñar en lo que tienen otros. Es como una carcoma del alma. “La envidia” dice I. Larrañaga “es algo tan feo que hace grandes esfuerzos en camuflarse y ocultarse, para pasar desapercibida. Es como una víbora que busca cualquier disfraz para esconderse. Cuanto más fea es su cara, tanto más bonitos son los disfraces que utiliza. La envidia toma aires razonables y las razones que da son muy razonables, pero es mentira todo lo que dice”. Hay hermanos que tienen envidia unos de otros y se comparan en los vestidos o joyas que la esposa del otro tiene; si es más bonita, si es más rica, si tiene mejor trabajo, mejores amigos. Los amigos suelen tener envidia por el dinero que otros hacen en su trabajo, porque han tenido mayor dedicación, mejores oportunidades y dejan de convivir los momentos más bellos, más intensos de la vida... por la diferencia de unos cuantos pesos... Lo más peligroso de la envidia es que es un defecto que podemos tener sin darnos cuenta. Si nos preguntamos si somos envidiosos, todos responderíamos que no. Y es que la envidia es un vicio vergonzoso que nadie quiere reconocer. Ninguna persona acepta en público su envidia, ni siquiera nos la confesamos a nosotros mismos, aunque esté royéndonos el corazón. La envidia es un vicio que supone perversidad desde adentro, una profunda maldad de espíritu, un corazón torcido. Por eso se necesita un terremoto de alma para curarla y es importante curarla cuando nace y empieza en los niños. No hay nada importante que envidiar. Nadie tiene nada que yo no tenga o no pueda tener, salvo menudencias. Mi alma es mía, y yo no tengo por qué realizar el alma de nadie, sino la mía. Y como lo importante esloqueseesynoloquesetiene,¿quiénesmásqueyo?Talvezsea más rico, o más listo, o más guapo. Pero ninguna de esas cosas es mi alma, ninguna de ellas me es imprescindible para ser feliz. La felicidad consiste en el desarrollo máximo de las potencias de nuestra alma y de nuestra vida, no en la conquista del alma del vecino o en las cosas materiales que él posee. Marzo 2004.
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MIMI PANAYOTTI BIENVENIDO
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