Aunque los medios de comunicación social desarrollan una titánica labor al mantener informado al mundo de los sucesos que están ocurriendo en el momento, con la prontitud que el caso merece, también se puede decir que la televisión, los medios radiales y escritos, fabrican, cambian, deforman y hasta pueden ocultar los hechos. Nos podemos imaginar diariamente cuando se reúnen los periodistas en la sala de redacción de un periódico, o de una agencia de noticias o de un canal de televisión, y empiezan a seleccionar las noticias más importantes del día y que además sirvan para satisfacer la hambrienta curiosidad que todos sentimos por saber qué pasó. Nos enseñarán mezquindades groseras porque eso es lo que vende: fotos con sangre en primera plana, muertos destrozados en accidentes, jóvenes desvestidas (denigrando la dignidad de la mujer), noticias de fútbol, mucho fútbol para cubrir los escándalos de los políticos, huelgas y tomas de carretera en grandes espacios, noticias de artistas cinematográficos, escándalos sexuales, noticias violentas de otros países, etc. Los lectores, oyentes o televidentes hacen lo que pueden para encontrar lo que falta, enderezar lo torcido y desechar la información falsa o distorsionada. No es fácil. Esta es la propuesta, informa Gabriela Castori, intentar conocer y entender nuestra historia actual, inundada de información prefabricada en medios de comunicación a quienes les interesa el pensamiento masivo de un público sumiso, sin pensamiento propio. Esto no sólo ocurre en nuestros países latinoamericanos. El fenómeno es universal, porque así son los intereses de los grandes medios por fabricar a través de ellos y de las complejas redes que los vinculan en cascada, con todos los medios a su alcance. Hasta las radios más humildes compran los grandes matutinos para conformar su noticiero internacional.
“El espacio oficial de la palabra”, define Ivonne Bordelois, “está hoy confinado a los medios, término cuya metáfora conviene cuestionar. ¿Son realmente medios de información, comunicación o entretenimiento, como se pretendía en las épocas inaugurales? ¿No está suficiente claro, por las desbocadas carreras tras el rating, por su sustitución al ámbito legal y judicial, por el carácter extorsionador con respecto a las figuras públicas, que los llamados medios son ante todo medios de poder?” El poder, ya sea el económico, el político, el cultural, cualquiera que sea, se vuelve perverso por el solo hecho de servirse a sí mismo y no pensar comunitaria y solidariamente en aquellos a quienes ellos dicen prestar un servicio. Que los hechos deforman o difunden falsedades parecen actitudes que se han naturalizado como cuando hablamos de la corrupción, el comercio de la droga o la injusticia de la justicia. Sin embargo, creemos que el despertar de la conciencia colectiva, el hablar y desmenuzar estos temas incluso en los espacios que los mismos medios dejan un poco libres, van cambiando la actitud de los receptores. Y también incentivando la búsqueda de canales de expresión para hacer oír con maneras y palabras nuevas su malestar y desacuerdo. Junio 2011.
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