GRÁBALO EN PIEDRAS
Cuenta una historia anónima que dos amigos iban caminando
por el desierto. En algún punto del viaje comenzaron a discutir,
y un amigo le dio una bofetada al otro. Lastimado, pero sin
decir nada, escribió en la arena:
––Mi mejor amigo me dio hoy una bofetada.
Siguieron caminando hasta que encontraron un oasis, donde deci-
dieron bañarse. El amigo que había sido abofeteado comenzó a aho-
garse, pero su amigo lo salvó. Después de recuperarse, escribió en
una piedra:
––Mi mejor amigo hoy salvó mi vida.
El amigo que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó:
“Cuando te lastimé escribiste en la arena y ahora lo haces en una pie-
dra. ¿Por qué?”
El otro amigo respondió: Cuando alguien nos lastima debemos es-
cribirlo en la arena, donde los vientos del perdón puedan borrarlo.
Pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo
en piedra donde ningún viento pueda borrarlo.
Aprende a escribir tus heridas en la arena y grabar en piedra tus
venturas. Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial,
una hora para apreciarla, un día para amarla, pero una vida entera
para olvidarla. Envía esta frase a la gente que nunca olvidas y recuerda
regresarla a la persona que te la envió. Es un mensaje corto para que
sepan que nunca los olvidarás.
Si no se lo envías a nadie significa que tienes prisa y te has olvidado
de tus amigos. ¡Tómate tiempo para vivir! Este día he sido honrado
con la amistad de mucha gente maravillosa, entre ellas tú. Considera
esto grabado en piedra.
En relación a los amigos, Luis Actis dice: “Si en tu camino encuentras
algún día un alma hermana, un alma que te comprenda, un corazón
que sienta y un espíritu que vibre con tu misma idealidad, ábrele de
inmediato las puertas de tu corazón y adormécele entre algodones de
cariño, para que no se vaya. Es tan difícil que encuentres una amistad
desinteresada, sincera, espiritual que piense con tus mismas ideas, se
inquiete con tus mismas inquietudes y se agite con tus mismos entu-
siasmos, que si alguna vez Dios te la pone en el camino, te conjuro a
que no la pierdas, porque habrías perdido el mejor de los tesoros
humanos...
¡Oh, cuídala, si la encuentras, como a tu propia alma! Para ella reserva
todas las delicadezas y finuras de tu espíritu. Nunca creas haber hecho
lo suficiente para el alma que te brindó la sinceridad de su afecto. Es
tan hermoso pasar por la vida en compañía de un alma que nos entiende
y que nos ama...”.
Febrero, 2004.