La vida del ser humano puede ser corta, larga o de duración
mediana dependiendo de los años vividos antes de sobrevenir
la muerte. Y aunque sabemos que a todos nos llegará la hora de
partir y que la existencia transcurre con demasiada rapidez, no nos
preparamos para dejar nuestros asuntos sentimentales y económicos
bien definidos y así no causar problemas a nuestros seres queridos.
Como la vida tiene diferentes ciclos y además puede ocurrir algo
inesperado en cualquier momento, es necesario tomar tiempo ahora,
ya, para reflexionar y decidir cosas transcendentales antes de que sea
demasiado tarde.
Por lo general no nos gusta pensar que vamos a morir; siempre cree-
mos que estamos muy jóvenes, que todavía no nos llega la hora y le
damos más largas al asunto, sin empezar siquiera a enderezar nuestras
cuentas.
Con cuanta frecuencia la vida nos enseña que el hombre propone y
Dios dispone: se nos murió nuestro padre cuando todavía estaba joven
y lleno de salud; o un hijo tuvo un accidente fatal en plena adolescencia;
o nos acaban de encontrar un cáncer avanzado; o nuestro esposo (a)
ya no puede trabajar por su corazón cansado; o murió un nieto al
nacer. Todos estos acontecimientos inesperados producen cambios
bruscos en la familia pero debemos aceptarlos y salir adelante.
No debe esperarse a la vejez ni a las enfermedades para empezar a
meditar en la vida y en su significado. El presente es el mejor tiempo
para pensar en el plan de Dios y fijar nuestros ojos en la esperanza de
la vida eterna, de la resurrección y del goce infinito con nuestro Creador,
tal como nos lo ha prometido Él, en Apocalipsis 2l:4:
“Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni
duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado”.
Gracias a esta bella promesa sentimos un gran consuelo porque con-
fiamos en un futuro pleno y feliz.
Sin embargo, debemos estar listos, cuanto antes mejor, para enfrentar
esta fase inevitable de la vida... Hay que tomar algunas medidas sencillas
pero importantes para atender las necesidades de los que quedan o
de nuestros padres o parientes cercanos:
1) Prepare su testamento. Con un testamento legal usted tiene garantía
de que sus deseos se cumplirán después de su muerte, que sus pro-
piedades o haberes serán distribuidos como usted lo decidió. Y no
solamente propiedades o haberes si es usted una persona con solvencia
económica, sino también sus posesiones personales y recuerdos, si no
tiene otra cosa.
Cuando una persona muere sin testar son innumerables los problemas
que se presentan. Hay que nombrar herederos, buscar un abogado,
definir propiedades y sucesores legítimos, pagar impuestos, pelear con
supuestos herederos que no se conocen, esperar mucho tiempo para
resolver el fallo, etc.
Si usted no tiene testamento, hágalo pronto y coméntelo con los
miembros de su familia. Después guárdelo en un lugar seguro.
2) Deje instrucciones respecto a sus deseos para donar órganos o
no, después de su muerte.
3) Indique cómo quiere su entierro y dónde. Usted puede dejar por
escrito qué clase de exequias desea, servicio religioso, con música o
no, qué clase de música, precio del ataúd o féretro, qué ropa le ponen,
si le envían flores o donan el importe a alguna entidad de beneficencia,
etcétera. Y si pudiera dejar pagados de antemano los servicios de
ataúd y sala mortuoria, sería mejor para no dejar cargas a los deudos.
Todas las etapas de la vida tienen su encanto y aun las pruebas
muchas veces unen más a las familias y proporcionan tiempo de reflexión
para enfrentar lo inevitable. Prepárese usted con tiempo...
Junio, l996.
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