Al comenzar cada año siempre hago una lista de proyectos,
metas y trabajos que quiero alcanzar, realizar y terminar du-
rante ese determinado tiempo. No logro cumplir todos mis
objetivos pero procuro trabajar y terminar algunos de ellos. Este año
el tema principal fue la limpieza: desocupar gavetas, armarios, des-
pensas, escritorios, archivos y todo lo que contenía papeles, cartas,
notas, artículos viejos, ropa sin usar, mil cosas que había ido guardando
y atesorando a través de muchos años.
Aprendí de mi madre, y de manera compulsiva, a almacenar todo
detalle que llegó a mis manos. Todo era útil y necesario. No podía tirar
ninguna cosa porque mis hijos, nietos o parientes tendrían necesidad
de mis tesoros y yo me sentiría feliz al ayudarles.
Así fueron pasando los años. Cuando mi mama murió nos tocó
limpiar su casa. Revivimos muchos momentos, memorias olvidadas a
través de sus pertenencias, papeles viejos, fotografías antiguas, vajilla
y cerámica rotas, libros en italiano, en fin mil cosas que hablaban de
una época pasada y definían el carácter de la dueña del hogar. En esa
oportunidad, hice también una limpieza general en mi casa, cuando
contemplé toda la basura que mi madre había acumulado durante tantos
años. Y decidí no acumular más chatarra.
Pero pronto se me olvidaron los buenos propósitos y los papeles
siguieron acumulándose. Por eso este año he estado trabajando en
limpieza. Me sorprendí rompiendo papeles viejos, sacudiendo cajones,
hurgando en mi pasado y echando a la basura lo que en algún momento
guardé y ahora lo desecho. Rompí cartas y tarjetas de mi esposo, de
mis hijos y nietos, de mis hermanos, de mis sobrinos, invitaciones de
boda y graduaciones, flores y folletos de bautismo, boletos de ópera,
de hoteles y parques internacionales, manuales de artículos eléctricos
que ya no existen, oraciones y estampas de defunciones, calificaciones
de mis hijos, llaveros, rosarios, abanicos, cajitas y otras miles de cosas
sin utilidad.
Lo mejor de todo este proceso es que puse orden y obtuve espacios
limpios, nítidos para cosas nuevas y mejores que algún día serán parte
de mi pasado pero que trataré de usar pronto.
Igual que en casa, los seres humanos atesoramos por años senti-
mientos negativos como el odio, el egoísmo, la envidia, la vanidad,
obstruyendo el espacio para el amor, la compasión, el perdón y el
servicio.
Si tenemos orden en la casa y limpieza en nuestros sentimientos,
tendremos espacio para llenarlo con lo mejor de nosotros, primero
con un gran lugar para Dios, después otro para la familia y los amigos,
todo con sus prioridades.
Hoy es un buen día para limpiar cajones y nuestro corazón...
Septiembre, 2007.
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