La felicidad es un tema muy discutido y muy controversial. Todos
deseamos o decimos tenerla en alto o menor grado y gastamos
nuestra vida en su búsqueda continua. Nadie pone en discusión
que todos queremos ser felices. Pero la buscamos de diferentes maneras
y en distintas personas o cosas.
Recuerdo cuando era niña lo ansiosa que esperaba la Navidad. Creía
que con los juguetes, la ropa y los dulces que me regalaban sería in-
mensamente feliz. Pero, pasaba la Navidad y mis expectativas no eran
satisfechas. Así nos pasa en muchas circunstancias de nuestra vida,
nos decimos: “Si pudiera estudiar tal carrera en aquella universidad, si
me hubiera casado con fulanito(a), si tuviera una casa grande, o el
nuevo modelo de automóvil, o si pudiera visitar esos lejanos países, o
si tuviera suficiente dinero para comprar todas las cosas que me hacen
falta, o si tuviera otro cuerpo u otra cara, o si pudiera vestir a la última
moda, o volverme famoso, o poderoso, etcétera, sería feliz”.
Según M. Fulton J. Sheen, hay personas también que creen que el
objetivo de la vida es obtener de ella tanto placer como sea posible.
Esto sería correcto si no fuéramos más que animales. El placer puede
intensificarse a tal punto que comienza a ser un dolor, por ejemplo el
exceso de alcohol, de drogas, de sexo. Pasarla bien significa descubrir
cuál es el objetivo y la fuente de nuestras vidas, la verdad, el amor.
El hecho es que queremos ser perfectamente felices, pero no lo so-
mos. Sufrimos desilusiones, frustraciones y decepciones. Nuestra ver-
dadera felicidad no consiste en la abundancia de cosas que posee-
mos, ni en la cantidad de placeres que experimentamos Estamos bus-
cando la felicidad en lugares equivocados.
¿Son felices los ricos y los pobres infelices? ¿Hay dicha en el sufri-
miento? El dolor del hombre siempre será un misterio. A veces, la
dicha más profunda, más verdadera en un ámbito humano, brota de
los grandes contrastes del dolor.
¡Cuántas veces lloramos de felicidad! Debemos admitir que los que
llamamos infelices por ser pobres y en las lágrimas, tienen en su haber
la llave de una dimensión nueva de la felicidad.
¿Quiénes son en realidad felices? Si Dios existe, Dios tiene que ser
la felicidad. Si Dios es amor, a través del amor el hombre puede empezar
a gozar en la vida de la presencia de Dios desde ya, una dicha en la
carne y en el espíritu, una dicha tan inmensa, con sensación a veces de
plenitud, hasta con riesgo de la vida.
Hemos sido creados para la felicidad perfecta. Esta es nuestra fina-
lidad. Todo lo que es menor que Dios nos desilusiona. El corazón nos
dice para qué fuimos creados, para amar con todo el corazón...
Agosto, 2006.
Comments