¿Por qué todos buscamos la felicidad? ¿Dónde se encuentra? ¿Podemos vivir sin ser felices? ¿Por qué a veces los que menos tienen son más felices que los más favorecidos económicamente? ¿Importa la vida? ¿Está usted despierto o dormido? ¿Por qué creemos hallar la felicidad sólo cuando se cumplen todos nuestros deseos, apetitos y satisfacciones o cuando no tenemos dolor ni sufrimiento? El secreto de la felicidad está dentro de usted mismo. O mejor dicho, la felicidad es usted. Si la persona vive en el pasado, quejándose de su situación, si sufre, si se tiene lástima, si considera que el mundo es injusto, si siente envidia, si es egoísta, si desea quedar bien con todos los que le rodean, si culpa a los demás de su desgracia, entonces no podrá ser feliz, está dormido. Anthony de Mello dice que “estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, no como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación. Si usted sufre es que está dormido. El dolor existe pero no el sufrimiento. El sufrimiento no es real, sino una obra de su mente. Si sufre es que está dormido, porque en sí el sufrimiento no existe, es un producto de su sueño, y si está dormido verá a un Jesús dormido, que nada tiene que ver con el Jesús real y eso puede ser muy peligroso”. El aceptarlo todo, el abandono, el despertar a la luz, son las únicas fuentes para lograr la tranquilidad. La fórmula perfecta del abandono o de la aceptación es aquella muy conocida: Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para conocer la diferencia. Poner en práctica esta fórmula sería, por ejemplo, encarar un problema preguntándose: ¿Puedo hacer algo con esta situación hoy, ahora mismo? Si hay algo, proceda inmediatamente, no lo posponga ni un minuto más. Si no hay nada que usted puede hacer, entonces acéptela y olvídela.
Dentro del abandono o de la aceptación está también el contentarse con lo que se tiene, no con lo que se desearía obtener. Si tuviera tal casa, o aquel vestido, o si perteneciera a esa familia, si no fuera sordo, si pudiera viajar frecuentemente, podría ser feliz. Hemos de gozar lo que tenemos y tal como somos. Además, cualquier situación puede tener su parte divertida y hemos de disfrutarla empezando ahorita mismo. Vivamos un día a la vez, gozando los momentos uno por uno, aceptando los desafíos en el camino porque nos llevarán a conseguir la paz, contemplando este mundo tal como es y no como quisiéramos que fuese: confiando en que Jesús hará que todas las cosas salgan bien si nos abandonamos a Su voluntad y que seamos razonablemente felices en esta vida y enormemente felices con Él en la vida eterna. Así sea. Marzo 2005.
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