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EL MEJOR CÓDIGO DE CONDUCTA

Hace pocos días presentaron en la televisión, en un canal de Estados Unidos, una encuesta sobre los valores de la vida, recalcando la falta de principios que rige al mundo y la existencia de fuerzas poderosas que mueven la sociedad. Entre las personas entrevistadas había algunas dispuestas a cambiar su ciudadanía por una buena suma de dinero o tirarse a la prostitución por 10 millones de dólares. Otras consideraban como correcto o aceptable no devolver una cartera con $. l500.oo encontrada en la calle si perteneciera a una empresa, quizás la devolverían si el dueño fuera un individuo necesitado. En el programa hubo otros temas, todos conducentes a realizar una vez más que Don Dinero es la fuerza más avasalladora y más corrupta para cambiar la conducta del hombre. Todo ser humano tiene su precio y la escala de valores varía de acuerdo a sus deseos y necesidades del momento. La búsqueda del placer, la obtención de bienes materiales y los muchos adelantos de la ciencia y de la técnica han contribuido a eliminar cualquier código determinado de conducta. Ya no hay sistema socialista, comunista, capitalista ni idealista. Los grandes intereses económicos mundiales manejan las decisiones, el poder y las políticas de los países desarrollados y no desarrollados. Sólo eso importa. Esta desintegración moral, la falta de principios religiosos y la competencia despiadada y desleal nos cuestionan tristemente sobre lo que está pasando hoy en la tierra que habitamos y nos urge a la necesidad de buscar valores espirituales. El materialismo termina por no llenarnos y debemos entonces encontrar lo profundo y verdadero. Aunque el cuadro mencionado arriba luce exagerado y extremista, es real, pero faltaríamos a la verdad si pensáramos que todos los seres humanos han trastocado los principios o normas de conducta. Gracias a Dios hay muchas personas de todas las edades que viven de acuerdo a ciertos patrones obligados para el buen funcionamiento de la sociedad, ya que las normas son las que nos permiten la libertad; sin ellas seriamos víctimas de la tiranía del más fuerte o víctimas de nuestras propias ideas sin clase de juicio. Pero ¿qué normas son las buenas o correctas? ¿Cómo ha de ser el código de conducta que nos dé libertad? ¿Cómo podemos distinguir las buenas ideas de las malas? Para los cristianos el código moral por excelencia existe desde la antigüedad, cuando Dios le entregó a Moisés las tablas con los diez mandamientos, en el Monte Sinaí. Los principios morales y religiosos comprendidos en ese decálogo son la base para regir benéficamente a gobernantes y gobernados, por el sentido de justicia, igualdad y fraternidad que contiene. ¡No hay otro código mejor! La observancia fiel de este código sería la solución de los males del mundo y el resurgimiento del amor y la generosidad entre todas las naciones. Además, con este código viviríamos en paz, curando al enfermo o ayudando al pobre en vez de declarar y hacer guerras; manteniendo relaciones estrechas y amistosas entre distintas razas, credos y culturas, adorando a un mismo Dios en vez de correr tras una competencia desaforada, económica y parcializada; intercambiando adelantos científicos y técnicos en vez de monopolizar los inventos; tratando en común de salvar la ecología mundial en vez de fabricar armas más destructoras. Ya es hora que el mundo entero viva íntegramente este código moral y ya es hora que los cristianos, especialmente, den el ejemplo... Un futuro prometedor así nos lo exige... Mayo, l993.

 
 
 

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©2021 Mimi Panayotti

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