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EL DERECHO A LEER

Actualizado: 9 sept 2021

Muchos jóvenes no han experimentado el gozo y el descubrimiento de un buen libro, ni han sentido ese primer amor por un texto como lo hemos vivido nosotros, los de generaciones anteriores. Ellos no han descubierto una novela o un cuento que les apasionara tanto que no podían dejarlo hasta terminarlo. No hubo flechazo entre el libro y el muchacho o muchacha. Los mayores siempre tuvimos un libro inolvidable, una historia que nos conmovió, un mundo imaginario que hizo desbordar nuestras emociones y volar nuestra imaginación, un libro de poemas cuyas poesías nos sabíamos de memoria y las recitábamos en la primera oportunidad que se presentaba. Y siempre estábamos con un libro, la lista era interminable. Los libros nos transportaban a lugares exóticos, abrían nuestros sentidos a sensaciones nuevas y nos hacían añorar e imaginar proezas, aventuras, viajes como héroes o heroínas admiradas por toda la humanidad. Lamentablemente los tiempos han cambiado y aunque los padres quisiéramos que nuestros hijos y nietos fueran lectores, ellos no sienten la misma inclinación, ni se entusiasman ni se impactan por nuestras sugerencias. Los libros de hace veinte o treinta años han perdido actualidad y más bien pueden aburrirlos y lograr el efecto contrario. Para escoger libros que puedan interesar a nuestros jóvenes hay que respetar sus gustos actuales. Acostumbrados a un mundo pleno de estímulos visuales y auditivos, los muchachos buscan un ritmo narrativo ágil, que conmueva sus sentimientos y estimule sus sentidos, con muchos diálogos y no demasiadas descripciones. Libros que puedan competir con la vorágine de sensaciones que ellos encuentran en el mundo de hoy. En la elección del libro para una determinada edad, dice María Brandan A., que el padre y el maestro deberían evaluar la madurez lectora de los jóvenes.

En ocasiones un libro puede ser excelente, pero si a ellos les falta ejercitarse en la lectura, no podrán disfrutarlo. El niño desarrolla mejor su imaginación en un ambiente donde él se siente apreciado en su personalidad, como cuando se identifica con personajes de los libros. Cuando hay parientes cercanos, una abuela, la madrina, un hermano mayor que son apasionantes lectores, ellos podrán contagiar el entusiasmo por la lectura y los libros. “Padres que nos leen, no bajen los brazos. El derecho a leer debería ser uno de los primeros a tener en cuenta en la infancia. Un derecho que les dará a los chicos la oportunidad de alcanzar ese don que nadie podrá quitarles: la posibilidad de ser felices en el mundo de la imaginación”. Junio, 2004.

 
 
 

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