CHARLA MUJERES ADAC
- Mimi Panayotti
- 11 jul 2022
- 6 Min. de lectura
Muy buenos días, queridas hermanas. Que el Señor les bendiga
inmensamente. Estoy muy agradecida y muy contenta por ha-
bérseme invitado a esta reunión de Adac. Espero que sigan trabajando
con la luz del Espíritu Santo para cumplir el mandato divino de ir por
todo el mundo a predicar el Evangelio, que es lo que hacen ustedes.
Yo nací y crecí en un hogar bastante normal. Éramos tres hijos, dos
mujeres y un varón. Mis padres trataron de darnos lo mejor que pu-
dieron aunque en la parte espiritual no pudieron hacer mucho porque
ellos mismos no tenían casi ninguna formación. Yo me llevé siempre
mejor con mi padre pero después que se divorciaron, siendo yo ado-
lescente, no podía perdonarle que nos hubiese abandonado y que nos
borrase de su vida. Creo que fue la peor época de mi vida... cuando
otros jóvenes son felices porque están descubriendo un mundo dife-
rente, mi mundo era sombrío, sin esperanzas y mi padre, después de
ser mi preferido, se convirtió en dolor y odio reprimidos, que me afectó
muchísimo hasta muchos años después.
Yo siempre quise estudiar una carrera universitaria pero no pude por
falta de recursos, ya que después del divorcio mi mamá tuvo que cargar
con sus tres hijos sin ninguna ayuda de mi padre. Así que no pude
hacerlo. Después de terminar el Bachillerato tomé un secretariado eje-
cutivo en Canadá y tuve que empezar a trabajar inmediatamente. Luego
me casé, nacieron mis cinco hijos y vivimos en La Ceiba, hasta 1979,
cuando nos trasladamos a San Pedro Sula.
En mi matrimonio y en mi vida familiar todo era bastante normal. Yo
me había criado en dos colegios católicos y creía que estaba con Dios,
Asistía a la iglesia, no hacia ningún mal a nadie, trataba de ayudar en lo
que podía al necesitado, pero en realidad mi conducta no era ejemplar.
Fue después de mi primer encuentro con Cristo en un Cursillo de
Cristiandad y del Seminario de Vida en el Espíritu, cuando mi vida
295empezó a cambiar. Cómo había estado de equivocada. Cuánto daño
había cometido, cuánto bien había dejado de hacer. Mi vanidad, orgullo
y amor propio no me dejaban contemplar nada más. Qué ciega estaba.
Comprobé lo vacío de mi vida, mi mezquindad y mi ignorancia. Lloré,
lloré muchísimo y el Señor me liberó. Le pedí perdón primero al Señor
y después a mi esposo, hijos, yernos, nietos, parientes, empleados y
trabajadoras. Tuve sanación con mi progenitor, perdoné a mi papá
después de muchos años de rencor y lo integré en mi vida nuevamente.
El perdonar a mi padre fue uno de los problemas más duros que he
tenido que enfrentar. Mi papá ya murió pero convivió con mis hijos y
mis nietos y los disfrutó mucho. Y yo le serví y lo amé a pesar de su
proceder. Él reconoció que había actuado egoístamente.
Los sucesos que más me han impactado en la vida son:
1) Separación o divorcio de mis padres.
2) Traslado de La Ceiba a San Pedro Sula
3) Embarazo de mi hija Liz con su segundo hijo, Jesús.
4) Muerte de mi mamá.
5) Mi graduación en la Universidad Privada de San Pedro Sula como
Licenciada en Ciencias de la Comunicación en 1985, habiéndome
ganado la Medalla de Oro, seguir los designios de Dios, el hombre
propone y Dios dispone.
6) Mi trabajo de columnista en La Prensa.
7) Muerte de mi esposo Juan, en 2001
8) La publicación de mi primer libro en 2005
9) Muerte de mi hermana menor, Diana, en 2006.
Al hablar de mi vida espiritual tengo que hablar de Liz, mi segunda
hija. Ella tiene seis hijos y cuando estaba embarazada del segundo
tuvo rubéola y toxoplasmosis. Los médicos le recomendaron abortar,
le aseguraban que su hijo sería un vegetal, atrasado mental, con sín-
drome de Down, etc. Pero Liz y su esposo Edwin actuaron con fe
adulta, confiaron en el Señor y se hizo el milagro. Jesús, ese segundo
hijo, ya tiene 20 años, está estudiando en Estados Unidos, normal,
sano y muy cariñoso. Ha sido una bendición de Dios.
Con la situación del aborto la familia se dividió, había dos bandos,
los a favor del aborto y los que estaban en contra. Me da vergüenza
decirlo pero en aquel entonces yo estaba a favor del aborto. Ellos me
dieron una gran lección. Liz llegó a ser mi mamá espiritual por su madurez
y sabiduría. Parece paradójico que una madre aprenda de su hija,
pero esa fue la realidad: yo, la madre, aprendí mucho de Liz, mi hija.
Los milagros que han ocurrido en mi vida son varios pero sólo men-
cionaré algunos pocos. Yo siento que todos los días vivo un milagro, el
hecho de vivir, de nacer un hijo, de ver las flores, la belleza de la
creación, hay tantas cosas milagrosas, pero la curación de mi papá
años antes de morir, él padecía de cáncer de la próstata y se curó. Yo
tuve una infección intestinal que nunca pudieron encontrar qué era y un
día después de leer Marcos 9:23 ––“Todo es posible para el que
cree. Creo Señor, pero aumenta mi fe”.
Dios me curó y pude salir del hospital. El testimonio de mi hermana
Diana antes de morir fue fabuloso. Lo más reciente fue mi curación de
la garganta, eso fue milagroso, después de ver muchos médicos, oraron
por mí con imposición de manos y me curé. En realidad, Dios es
maravilloso y no se deja ganar en generosidad.
A través de los últimos años mi vida espiritual se ve fortalecida por
mi reunión de grupo “Madre Teresa”, de Cursillos de Cristiandad;
tenemos más de 25 años de reunirnos todos los martes. Además, en
los años noventa tuve el gran gozo de vivir una experiencia de Dios
con el P. Ignacio Larrañaga y allí tuve otro encuentro bellísimo con el
Señor. Desde entonces, comencé a prepararme para ser guía de Ta-
lleres de Oración y Vida. Este es un método variado y distinto para
aprender a orar. Así que actualmente estoy sirviendo también en este
ramo.
Como apostolado somos colaboradoras de las Misioneras de la Ca-
ridad, del hospital de los enfermos de HIV, de la Casa del Niño y de la
Niña, del Padre A. Quetglas, y otras actividades más que tal vez en
otra ocasión podremos mencionar.
Mi vida ha sido muy bendecida. He vivido y he experimentado regalos
preciosos de mi amado Señor. Él me ha demostrado su cariño y su
amor sin condiciones.
Esto no quiere decir que todo ha sido fácil en mi vida, no, he tenido
tragos amargos, pero al aceptar la voluntad del Padre nos da la fortaleza
necesaria para superar cualquier cosa.
El domingo pasado, que fue el de Domund, domingo Mundial de las
Misiones, el Evangelio era de San Marcos 10: 43-45, que es uno de
mis preferidos. Yo acabo de publicar mi primer libro titulado “Con el
gozo de servirte”, y aquí hallo eco a mi sentir: “El que quiera ser el más
importante entre ustedes, que se haga el servidor de todos. Así como
el Hijo del Hombre no vino para que lo sirvan sino para servir y dar su
vida por los hombres”.
Para mí la palabra más bella es servir y así lo expreso en el libro.
Servir significa amor, sacrificio, entrega, donación. En el servir está
incluido todo. Y algo para enorgullecernos, hay que decir que son más
las mujeres en misiones en el mundo que los hombres, es decir que
hay más religiosas y laicas ofreciendo su vida, sirviendo para la pro-
pagación del reino que hombres, y eso significa que somos más sensi-
bles, más cariñosas, más generosas.
Y aquí vamos a la mujer, el tema de hoy es Mujer Maravillosa, Regalo
de Dios, y así es, somos especiales, por nuestras manos pasan todos
los hombres y las mujeres del mundo, y los hacemos de acuerdo a
nuestros principios.
Eso conlleva una gran responsabilidad pero somos maravillosas, so-
mos especiales y somos capaces de lograr grandes cosas, a pesar del
mundo machista en que vivimos. Todas nosotras somos criaturas con-
sentidas de Dios y con Él podemos realizar lo increíble.
En mi vida he tenido momentos muy dichosos, muchas satisfacciones
y realizaciones. Podría decirse que el mundo me ha dado la máxima
felicidad con honores y reconocimientos y yo siempre le digo al Señor
que quiero inventar una palabra que exprese mi agradecimiento en
grado superlativo; todavía no lo he conseguido.
Pero a pesar de toda la felicidad que me ha dado yo me siento lo
más dichosa cuando estoy compartiendo con los enfermos de Sida,
cuando les llevamos alimentos, música, cuando veo las sonrisas de los
niños por algo que les damos o cuando el Señor me ha usado para
ayudar a un individuo a encontrar la felicidad en su camino o lo veo
cambiar y ser mejor persona. Al servir me siento completa.
Gracias a la misericordia de Dios, a su gran amor, mi vida ha cambiado.
Principalmente, yo mejoré mucho con mi marido, me interesé realmente
por las personas a mi lado; a mis empleados trato de darles cada año
más beneficios personales y económicos.
Mi confianza en Jesús y en el Espíritu Santo es grande, mi vida gira
alrededor de ellos, son el centro de mi existencia. Ahora mi actuar
tiene sentido, estoy buscando los tesoros que no se corroen, espero
encontrarme cara a cara con el que resucitó y disfrutar eternamente de
su presencia.
Prov. 31:29. “Muchas mujeres han obrado maravillas pero tú las
superar a todas”.
Y poniéndolo como mensaje, muchas mujeres han obrado maravillas
pero ustedes y yo, todas nosotras, las superamos a todas.
Octubre 2006.
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