El matrimonio actual está enfrentando una situación difícil debido a la influencia nociva del medio ambiente y a los conceptos trastocados sobre moral, religión y cívica. La estabilidad de la pareja parece balancearse en la cuerda floja como desafío para no lograrse. Da tristeza oír a muchos jóvenes expresarse muy irrespetuosamente acerca de la relación conyugal. No aceptan una fidelidad a costa de la felicidad y tampoco aceptan el amor oblativo como base para la dicha familiar. Y lo peor de todo es que si llegan a casarse van con la mentalidad de que si no sale bien la experiencia pueden divorciarse en cualquier momento. ¿Es usted feliz en su matrimonio? ¿Existe una comunicación positiva entre su esposo(a) y usted? ¿Hay heridas y errores del pasado que no pueden perdonarse y olvidarse? ¿Es su cónyuge expresivo todavía con usted como era al principio o en cambio no le demuestra su cariño como le gustaría a usted que lo hiciera? ¿Han dejado de respetarse y de honrarse? ¿Ven sus hijos en ustedes un testimonio de amor, de comprensión y de paciencia?... Ojalá que las situaciones negativas no sean las de su matrimonio, pero si así fuera, o por lo menos en parte, todavía puede darle nueva y abundante vida a su relación. He aquí algunos confites conyugales, algunas caricias conyugales: a) Demostrar aprecio, reconocimiento y agradecimiento por las cualidades de nuestro cónyuge ahora. Le damos gracias a cualquier persona que nos atiende en un supermercado, farmacia, teatro sin conocerla y sólo porque están haciendo su trabajo, pero en cambio a nuestra pareja que ha estado con nosotros en los buenos y malos tiempos nunca le manifestamos cuánto apreciamos sus esfuerzos por hacer lo mejor que puede, nunca lo estimulamos o alabamos por los ingresos que trae, por su trabajo o por sus decisiones correctas.
No existe ningún individuo a quien no le guste ser reconocido o agradecido. Procure elogiar a su cónyuge una vez al día por lo menos. b) Practicar la paciencia y el perdón. Ninguna discusión o riña conseguirá cambiar la forma de ser de su cónyuge. Sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos o tener paciencia para aceptar al otro tal como es y adaptarnos a esa situación. No recuerde los errores pasados y menos en público para avergonzar o herir a su pareja. Todos tenemos defectos y debemos tener misericordia hacia nuestro cónyuge cuando nos pide perdón. c) Comunicarse diariamente con toda honradez, abriendo sus almas y tratándose como buenos amigos. Reserve una hora determinada del día para hablar de los mutuos planes, quejas, alegrías e intereses en común. Comunicarse significa escuchar y entender el punto de vista contrario. El amor no busca lo suyo. d) Trabajar en equipo para compartir los éxitos, vencer los problemas, criar a los hijos, contribuir con las virtudes, talentos y energías de cada uno, irse de vacaciones, aprender un nuevo curso o hobby, alcanzar metas y servir a la comunidad. e) Predicar de dos en dos como mandó Jesús. Aunque los casados no somos sacerdotes, sino que formamos parte de la gran mayoría con vocación matrimonial, como pareja cristiana, hemos de ser testi- monio del amor conyugal que nos tenemos y ser transparencia del amor de Dios, del amor hacia los hermanos. Por último, recuerde que la felicidad suya no depende de lo que haga o no haga su compañero(a). Depende de lo que haga usted. Amar es dar... Obsequie frecuentemente estos confites y compruebe la diferencia... Enero 1999.
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