Para conmemorar el Día de la Mujer tenemos que reconocer el papel importante que ha jugado ella en la vida social, económica, cultural y espiritual de los pueblos. No debemos olvidar que transcurrieron muchos siglos antes de ver a nuestra heroína gozando del lugar que ocupa actualmente. Fueron años de lucha callada, de marginamiento injusto y de inteligencias desperdiciadas. Al comenzar este nuevo milenio y nuevo siglo, la mujer moderna se encuentra entre nosotros dispuesta a desarrollar a plenitud todas las oportunidades que la vida le ofrece y no podemos cruzar los brazos para esperar que la situación se normalice porque sí, sino que hemos de colaborar en esta transformación si luego queremos beneficiarnos de ella. Por cada 104 varones que nacen, nacen 100 mujeres. Lo cual significa que aunque nacen más hombres, mueren a una edad más temprana y por eso hay más viudas que viudos. Yo no catalogaría un sexo más fuerte o más débil que el otro. Diría más bien que somos distintos y nos complementamos, como toda obra perfecta de Dios. La mujer es poesía, es ternura, es sacrificio, es cariño, es amor. No importa si somos jóvenes, adultos o mayores, la mujer siempre cree que nuestras vidas cambiarán al mundo. De manera muy sutil, de modo muy leve, todos los días vamos dejando una huella a nuestro alrededor. Lo importante es hacer que las cosas ocurran y no ser únicamente individuos pasivos, sin tomar ninguna acción. A la mujer le gusta lograr el éxito ante los ojos del mundo, pero también valora que el verdadero éxito, el que viene del interior, sólo puede verse con el corazón. Es grato ocuparse de cosas importantes y relacionarse con gente brillante, pero es necesario estar a solas con uno mismo, no hacer nada y descubrir nuestro rico caudal íntimo.
La mujer cree que los sueños son fundamentales para nuestra vida y tiene la certeza de que algunos se hacen realidad. La mujer aprecia las cosas materiales pero a su alma la conquista una palabra amable, una flor sencilla, un verso romántico, una mirada amorosa. La mujer es positiva, siempre busca el lado productivo. Ella mira la página blanca y no el punto negro. Espera lo mejor de todos los que la rodean. No piensa mal de nadie. La familia es parte vital para la mujer. Ella disfruta enormemente estar con sus seres queridos, es como la gallina con sus polluelos. Le gusta compartir con todos ellos momentos especiales y se preocupa realmente de su bienestar físico y emocional. Y lo mejor de todo, la mujer sabe darse pues ha comprobado que el misterio del verdadero amor reside en que cuanto más entregamos, más poseemos. Enero, 2006.
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