Los auténticos valores dan sentido a nuestra vida y facilitan la relación madura y equilibrada con el entorno: personas, acontecimientos y cosas, proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal. Los valores nos ayudan a despejar los principales interrogantes de la existencia: quiénes somos y qué medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos aspiramos: la felicidad”: Bernabé Tierno. Al comenzar un año nuevo es conveniente referirse nuevamente a los valores morales, aunque nunca se haya hablado tanto de ellos como en nuestros días. Se menciona tanto la crisis de valores porque ya no los encontramos, brillan por su ausencia y nos hacen mucha falta. Con frecuencia nos preguntamos por qué la sociedad se ha quedado sin valores, por qué los jóvenes y también los adultos cometen delitos y ni siquiera se sienten culpables. Los chicos hacen trampa en los exámenes, roban en las tiendas, dicen mentiras, son drogadictos... Los adultos son corruptos, deshonestos, alcohólicos y haraganes... ¿Cuál es la respuesta? ‘Todos lo hacen’, ‘hay que aprovecharse’, ‘no se darán cuenta’, ‘qué importa’. Con tal situación es como si estuviéramos criando analfabetos morales. Nuestro comportamiento, nuestro modo de actuar deja mucho que desear. No tenemos esa tendencia natural hacia el bien y hacia el servicio a los demás. Al contrario, nos domina el egoísmo, el placer, la insolidaridad y las comodidades. Procuramos satisfacer nuestros deseos sin considerar lo que puedan sentir los demás por lo que nos gusta a nosotros. Otro factor que contribuye a la pérdida de valores es el concepto erróneo de lo que es libertad. Entendemos por libertad la facultad de hacer cualquier cosa sin límites, ni barreras.
No permitimos que nadie se interponga en nuestro camino, nada, ni nuestra conciencia, ni los demás, inclusive ni Dios. Los valores son importantes en relación al ser humano con las cosas. Únicamente el hombre, con su inteligencia y sus sentimientos, es capaz de comprender y descubrir que todo lo creado tiene un sentido y una razón de ser. El valor está en el mismo corazón y en la valoración que el hombre hace de las cosas. Y, algo muy importante, es que los valores no andan sueltos, ni en diferentes rumbos, ni son independientes unos de otros, sino que están subordinados según su calidad e importancia para cada hombre. Hay tantos valores como realidades existen: valores económicos, valores espirituales, morales y religiosos, valores culturales, valores artísticos y más. La valoración o jerarquía que el hombre le da a estos valores define su talla moral y su madurez emocional. El individuo con valores no marcha por la vida irresponsablemente, sin ideales y sin esfuerzos, sino que lucha y vive de acuerdo a ellos. Respeta el derecho de los demás, trata de servir a su vecino y prójimo y, por último orienta toda su vida en el amor a Dios según el concepto bíblico. Para dar solución a esta crisis de valores y para no criar más analfabetos morales, es necesario practicar estas reglas de oro: 1) En el caso de los jóvenes, hacer hincapié en que se pregunten cómo se sentirían los demás con sus actuaciones, cómo reaccionaria su hermano o amigo si se le insultara o si se le despreciara, qué sentimientos podrían despertar en su compañero al proceder egoístamente... y tratar entonces de hacer exactamente lo opuesto. 2) Fomentar en el joven y en el adulto un sano sentimiento de culpabilidad. En los tiempos actuales nadie tiene de qué arrepentirse, todo está permitido, el arrepentimiento es una grosería, es un sentimiento neurótico del que hay que librarse. No, por favor, el sentimiento de culpa es un llamado de la conciencia por algo que hicimos mal, es una norma saludable, es indispensable para el bálsamo del perdón y para la protección personal. 3) Enseñar a los niños y adolescentes modelos auténticos de personas y hechos con valores auténticos. Sustituir sus héroes basura por personajes de biografías, historias y relatos bíblicos, en donde sobresalgan valores morales como la compasión, el trabajo, el restablecimiento de la justicia, el servicio a Dios, etcétera. 4) Vivir un modelo de virtud y de bondad que dé testimonio y motive a los demás a vivir diferente con la escala auténtica de valores...
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