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Foto del escritorMimi Panayotti

¿ABRAZÓ A SU HIJO HOY?

Ya me había referido a este tema anteriormente, pero con la

cercanía de la Navidad me parece que debemos hablar

nuevamente de la necesidad de abrazar. Las demostraciones

físicas acercan a las personas, las hacen más receptivas, alivian sus

tensiones y elevan la autoestima tanto de la que abraza como de la que

recibe el abrazo.

A mí en lo personal me cuesta abrazar a los de mi familia más cercana.

No sé por qué. Mi nieta Liz Jeannette siempre me reclama. En esta

regla no entran los niños ni mis nietos pequeños, con quienes sí soy

muy expresiva. He tratado de cambiar y demostrar más afecto a mis

seres queridos, a veces lo consigo, pero con el tiempo vuelvo a mi

actitud anterior. En cambio, soy más abierta con aquellos individuos

con quienes tengo una relación de movimiento religioso.

Pero las caricias son muy importantes. El sentido del tacto, el lenguaje

del cuerpo, no necesitan palabras. Aprender a abrazar es compartir,

es dar vida. Un abrazo fuerte en silencio dice mucho y, por lo general,

la persona abrazada se identifica con su interlocutor, siente su cariño

hecho realidad en la expresión palpable. Y qué decir del caso en que

la persona que visitamos acaba de perder un ser querido y la abrazamos

con ternura, con emoción, tratando de aliviar su dolor hasta sufriendo

por ella si fuera posible. Esa clase de abrazo conforta a nuestro amigo

y le ayuda a superar su dolor.

El abrazar es muy fácil de hacer y es muy grato de recibir. Y, sin

embargo, nos cuesta practicarlo. Tememos tocarnos. Quizá somos

tímidos y nos da miedo expresar nuestros sentimientos íntimos o que

no seamos correspondidos. No queremos desperdiciar este tesoro

tan valioso si no va a ser bien apreciado. Acariciar, abrazar, tocar es

usar nuestra piel, en su totalidad, y hacer contacto con ese mismo

sentido con la otra persona, en un intercambio vital y cariñoso.


Es solidarizarnos y hacernos uno con el otro. Es sentirnos amados y

protegidos. Además, la piel sin el contacto humano se marchita, aunque

nos llenemos de crema por las mañanas y por las noches, No evitaremos

las arrugas si no alimentamos este órgano adecuadamente con el tacto,

la caricia, el calor, en expresiones sinceras de cariño y amistad.

Para hacer esta práctica más fácil, podemos practicar con la naturaleza

y con los animales. Las plantas crecen mejor si se les toca y se les

habla. Sentir en los dedos, hechos para el tacto, las diferentes varia-

ciones de las plantas, flores y árboles. Los animales están aún más

cerca. Dicen que Dios hizo al gato para que el hombre pudiera acariciar

al tigre. Es vida tocando la vida.

No deje pasar el día sin darle un abrazo a su hijo...

Diciembre, 2005.

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