Ya me había referido a este tema anteriormente, pero con la
cercanía de la Navidad me parece que debemos hablar
nuevamente de la necesidad de abrazar. Las demostraciones
físicas acercan a las personas, las hacen más receptivas, alivian sus
tensiones y elevan la autoestima tanto de la que abraza como de la que
recibe el abrazo.
A mí en lo personal me cuesta abrazar a los de mi familia más cercana.
No sé por qué. Mi nieta Liz Jeannette siempre me reclama. En esta
regla no entran los niños ni mis nietos pequeños, con quienes sí soy
muy expresiva. He tratado de cambiar y demostrar más afecto a mis
seres queridos, a veces lo consigo, pero con el tiempo vuelvo a mi
actitud anterior. En cambio, soy más abierta con aquellos individuos
con quienes tengo una relación de movimiento religioso.
Pero las caricias son muy importantes. El sentido del tacto, el lenguaje
del cuerpo, no necesitan palabras. Aprender a abrazar es compartir,
es dar vida. Un abrazo fuerte en silencio dice mucho y, por lo general,
la persona abrazada se identifica con su interlocutor, siente su cariño
hecho realidad en la expresión palpable. Y qué decir del caso en que
la persona que visitamos acaba de perder un ser querido y la abrazamos
con ternura, con emoción, tratando de aliviar su dolor hasta sufriendo
por ella si fuera posible. Esa clase de abrazo conforta a nuestro amigo
y le ayuda a superar su dolor.
El abrazar es muy fácil de hacer y es muy grato de recibir. Y, sin
embargo, nos cuesta practicarlo. Tememos tocarnos. Quizá somos
tímidos y nos da miedo expresar nuestros sentimientos íntimos o que
no seamos correspondidos. No queremos desperdiciar este tesoro
tan valioso si no va a ser bien apreciado. Acariciar, abrazar, tocar es
usar nuestra piel, en su totalidad, y hacer contacto con ese mismo
sentido con la otra persona, en un intercambio vital y cariñoso.
Es solidarizarnos y hacernos uno con el otro. Es sentirnos amados y
protegidos. Además, la piel sin el contacto humano se marchita, aunque
nos llenemos de crema por las mañanas y por las noches, No evitaremos
las arrugas si no alimentamos este órgano adecuadamente con el tacto,
la caricia, el calor, en expresiones sinceras de cariño y amistad.
Para hacer esta práctica más fácil, podemos practicar con la naturaleza
y con los animales. Las plantas crecen mejor si se les toca y se les
habla. Sentir en los dedos, hechos para el tacto, las diferentes varia-
ciones de las plantas, flores y árboles. Los animales están aún más
cerca. Dicen que Dios hizo al gato para que el hombre pudiera acariciar
al tigre. Es vida tocando la vida.
No deje pasar el día sin darle un abrazo a su hijo...
Diciembre, 2005.
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