Mi hermana Diana acaba de morir. Su hija, Sloan, abrió su corazón
así:
Puedo decir tantas cosas bellas de Mami, por ejemplo: que fue una
artista en múltiples cosas, podía hacer una rosa de un pedazo de masa,
pintar un bello paisaje en un lienzo blanco, llenarnos de dulce con sus
lindos queques y deleitarnos con sus sabrosas recetas de comida. Dios
le dio unas manos llenas de talento.
Pero sobre todo fue un gran ser humano que nos llenó de alegría aun
en los malos tiempos. Sin queja alguna, incluso días antes de su muerte
nos dio fortaleza. A su enfermedad la tomó con tal sabiduría y entereza
que siempre nos decía: “si el Señor me envió esta enfermedad su motivo
tiene y yo la doy en sacrificio por mi familia”.
Fue una gran hermana, siempre anduvo tras sus hermanos. Cuando
estaba relativamente bien se movía para cada evento de ellos. Recuerdo
que le preguntábamos “¿por qué somos nosotros los que siempre nos
movemos?” y ella respondía “hay dos cosas importantes en la vida:
Dios es lo primero y lo segundo es la familia”. Y en su muerte así lo
demostró, llegó a morir con los suyos y a dejarnos a nosotros
acompañados en nuestro gran vacío y dolor.
Como hija de ella sólo pido ser la cuarta parte de la gran madre que
ella fue. Lo dio todo por sus hijos, nos quiso sin límite alguno. Durante
estos nueve años de separación de mis dos hermanos varones, vi cómo
su estado se fue apagando como una llama que se va quedando sin
oxígeno. Su sonrisa disminuyó y sus anhelos se fueron yendo uno por
uno.
Ansiaba estar con su familia, como que presentía que estaba cerca
su día final. ¡Gracias Señor por traerla con vida! Gracias porque pudo
cargar al último hijo de Gino, conocer a su esposa, también a la novia
de Cesarito y sobre todo por regalarme un año como te lo pedí cuando
casi se muere de la segunda operación en el estómago.
Pudo disfrutar a mi hijo por un año, la tuve conmigo en su nacimiento,
cuando nos dio su primera sonrisa, sus primeros besos y sus primeras
monerías. Ahora sólo pido que desde el cielo me guíe y cuide de
nosotros. Mi alma está gris y mi corazón partido.
Yo siempre he dicho que el amor duele y nadie más que Tú, Padre,
lo sabes, ya que diste a tu único hijo por nosotros. Perdóname por
renegar de tu voluntad cuestionando la muerte de Mami. Como ser
humano soy egoísta y siento flaquear al no tenerla conmigo ahora.
Danos fuerza, Padre Amado, a mi familia y a mí para aceptar tu decisión.
Cesarito dice que Mami ya no sufre, papi que es libre para hacer e ir
donde quiera, Gino que está bailando. Yo la veo con abuelita Mary
pegando una platicadota mientras saborean unas semillas de ayote.
Me queda decir que el cielo está de fiesta pues mi bebota ya forma
parte de él.
Junio 2006.
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